sábado, 12 de agosto de 2017

Solidaridad


Entraron a saco.  Muchos lo hemos visto en películas. Aparece también en la historia. Pero una golfería de este tipo en pleno sigo XXI no se esperaba. Rompían todos los objetos, imágenes, cuadros que se encontraban a mano. Las monjas, centradas en sus cantos, ni se movían. Una de ellas de repente escucha los gritos de dolor de una novicia. Uno de los golfos – antes se les llamaba bárbaros-, la estaba violando. A escondidas sale a buscar a un médico, y en el ambulatorio se encuentra con una doctora francesa, atea, que parece no gustarle ir a un convento. Religiones aparte…, se hace consciente que no es cosa de debates entre religiones, sino algo de sentido común en todo aquel que tenga un mínimo de conciencia: ayudar a que el otro no se caiga por el barranco.

Y así comienza la doctora su nuevo periplo; va y viene al convento para revisar periódicamente a las religiosas. En una ocasión, al regresar, ya de noche, algunos de los mismos golfos que intentaron saquear el convento, se pararon en el centro de la carretera obligándola a hacer stop para meterle miedo de seguir yendo. La hacen bajar del vehículo y comienzan a revisarla. Uno de ellos comienza a propasarse. Los compañeros le separan pues temen que siendo la doctora más conocida del pueblo les pueda traer más problemas. La dejan libre, llevándose ellos el coche. Es entonces cuando la médica, a pie, regresa al convento y son ahora las religiosas quienes le ofrecen apoyo.

No teniendo las mismas creencias ya las relaciones entre ambas comenzaban a tener una sincera amistad, comprensión y empatía. Será solo la abadesa quien mantiene diferencias con ella, resistiéndose a ser tratada de las heridas recibidas, más por soberbia que por recato. Se sentía superior a la doctora porque esta no era creyente.

La novicia atacada, la más joven del convento, la que, según sus reglamentos internos,  no podía ni hablar, al darse cuenta,  le dice a la superiora: ¿Dónde dicen las normas del evangelio que la soberbia es buena compañera? Asombrada la superiora le responde con energía: “-Estas confundida ¡¿De dónde has sacado eso para hacer esa pregunta tan necia?”. “De su actitud despreciativa con la doctora  creyéndose ud mejor persona que ella porque ud cree en Dios y ella no. ¿Así nos enseña ud a ser coherentes?” .Y aquella chica que no tenía permiso ni para hablar da media vuelta y deja a la superiora con la boca abierta no pudiendo ésta hacerle una orden a grito para que volviera, pues las palabras no le salían de la boca. De esta forma la que menos sabía de todo, la recién llegada es la que da una lección práctica a quien aparentaba y tenía el deber de ser la de mayor sabiduría
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