martes, 17 de octubre de 2017

Insomnio

Se acuesta y a las dos o tres horas ya está despierto. No puede conciliar el sueño y se levanta a leer, a ver la tele, a limpiar algún trasto viejo de la casa…

Como de costumbre, había pasado una mala noche. Da vueltas en la cama, lee un libro, escucha algunas grabaciones. Así lleva varias semanas. Algunos amigos al ver la cara con la que llegaba al trabajo y se mantenía en el mismo se interesaron por lo que le pudiera estar pasando y le recomendaron hiciese frente al problema. Era consciente de engaños y maldades recibidos que de alguna manera pesaban sobre él. Y también lo era que el mismo había causado situaciones de engaño para otros.

Por regla general todo lo que le agradaba era vano, fruta prohibida rozando incluso el peligro como aquel que saborea de un atardecer de fuego en los pinares. Y, aún acostumbrado a ello, le sobresaltó una palabra, un aroma, una mirada que se cruzaron. Después que se cruzó con ella bordeando el río de la mano de su pareja, aunque ya hiciera ocho años de su separación, sus ojos, como espada lacerante quedaron clavados en ella y hacia ella giró su arco y disparó su flecha.  A mitad de camino paró el coche y buscó y rebuscó en Facebook. No tardó en encontrarla y, sin vergüenza alguna, debajo de una de sus fotos, no solo puso me encanta, sino un comentario: Ayer tarde eran las 19.20 horas cuando te volví a encontrar. Pasarás mañana por allí, pero será mi mano la que llevará cogida la tuya.


A la noche siguiente, después de ese paseo de las dos manos por el río, durmió espléndidamente.


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