martes, 12 de diciembre de 2017

Punto y raya

Debe ser una experiencia fascinante contemplar el planeta Tierra desde el espacio. Un planeta (todavía) azul y hermoso, en el que, conforme te acercas, empiezan a distinguirse la forma de los continentes, los ríos, las cordilleras montañosas, los desiertos… Pero, por mucho que te acerques, no distingues dónde empieza y dónde termina un país o un estado.

Luego, si cae en tus manos un atlas lleno de mapas “políticos” te sorprende encontrar infinidad de líneas restas –o de puntos y rayas- que delimitan fronteras, esos inventos que hemos creado los hombres para impedir que nos mezclemos unos con otros.


Tan artificiales son las fronteras que creamos los humanos que van y vienen, cambian, se desplazan, desaparecen, surgen de nuevo… Existen los continentes, los océanos; existen los desiertos, las sábanas, los valles, las islas…, pero no existen las fronteras. Las fronteras –las físicas y las otras- las creamos los humanos.




Entre tu pueblo y mi pueblo hay un punto y una raya. La raya dice no hay paso, el punto, via cerrada. Y asi entre todos los pueblos, raya y punto, punto y raya. Con tantas rayas y puntos, el mapa es un telegrama. Caminando por el mundo se ven rios y montañas, se ven selvas y desiertos pero ni puntos ni rayas. Porque esas cosas no existen sino que fueron trazadas para que mi hambre y la tuya estén siempre separadas.

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