sábado, 31 de marzo de 2018

La casita del acantilado


Era nuestra ilusión de siempre: una casita en los acantilados con salida al campo y a la mar. Y si además tenía un pequeño jardín donde plantar un recio árbol los niños encantados para remarse y el padre para colocar una buena hamaca que le permitiera tenderse a leer el libro que le faltaba de Moby Dick. “Yo quiero hacer una casita para mí y mis amigos con diseño moderno, con salida hacia el campo pero colgando en la  puerta una estrella de mar “, dijo mi hijo de doce años cuando ya divisábamos el lugar que íbamos a visitar.


El portal entreabierto hizo maravillarnos del hermoso jardín que tenía la casa. Tal que en lugar de dirigirnos a saludar al vendedor que nos esperaba en la puerta nos dirigimos al arbolito gritando de entusiasmo donde iría mi hamaca, donde la casita del niño. Alboroto y contento que llegó también al dueño pues con toda confianza tiró un puñado de caramelos sobre el árbol y todos juntos nos pusimos a saborearlos. Y en eso una voz femenina que nos gritaba: “¡Y eso que no han visto el mar!”. Raudos y veloces nos dirigimos hacia la otra parte de la casa. Nuestra admiración era anonadamiento, tan intenso y fuerte que no nos dimos cuenta de cómo el dueño había puesto una documentación delante de nosotros que firmamos.



Al volver la vista atrás dije al que pensaba era el dueño: “Muy bien, le compro la casa”. Su respuesta fue de película: “¡Será venderla!, pues comprar ya la han comprado hace unos minutos”.



jueves, 29 de marzo de 2018

La Estrella


Estrenaba su último disco en la ciudad que le vio nacer. Había llegado de incógnito la noche anterior. Todo lo contrario de lo que acostumbraba. Decidió dar un paseo por las calles importantes de la urbe, mientras pensaba que en la vida había sido una triunfadora. Soy la campeona en besos, se decía a sí misma. Me he besado, entre otros, con poetas, cineastas, empleadas, jew princess, rateros, hippies, ingenieros, tenores, políticos, empresarios de alta nivel, personalidades de la alta alcurnia y guerrilleros, en mi boca todos los caminos de la vida se han cruzado.

Mientras pensaba en ello pasó al lado de tres chicos jovencitos que en aquella noche de frío permanecían sentados, acurrucados unos con otros, con camiseta sin manga que miraban hacia ella como pidiendo un poco de cariño y un algo de calor humano. Ella miró a su alrededor. No habían fotógrafos siguiéndola. Y volvió al hotel: he de avisar al fotógrafo para mañana a esta hora dar una vuelta por aquella plaza. Esa foto, con niños harapientos, no la tengo aún en mi álbum.



miércoles, 28 de marzo de 2018

La noche


Se acerca la noche y, viendo las luciérnagas que brillan con luz serena, entro en casa y observo como sus rayos iluminan el paseo de la mariposa por las ramas de la planta que tu me habías regalado.

Y no valorando su belleza, sino la suya propia, la mariposa discute y se enoja con la luciérnaga. Ésta, sin complejo alguno, invita a la mariposa a dar un paseo por sus campos, habiendo quedado en hora y sitio determinado. Cuando ya la mariposa está a punto de tirar la toalla una estrella, rápida y veloz, se posa a los pies de la mariposa.

Y su belleza la deslumbra de tal manera que la mariposa, sintiéndose alagada porque todos la consideraban hermosa, hoy, baja la cabeza ante la luciérnaga y pidiéndole perdón por su vanidad se reafirma  en el principio fundamental de la naturaleza:  todos los seres vivos, siendo diferentes, somos iguales.