miércoles, 25 de mayo de 2022

El rincón de los recuerdos

 Ninguna casa o departamento se exenta del rincón de los recuerdos, sea un cuarto, una recamara vacía, un clóset, una esquina; cualquier lugarcito donde solemos guardar fotos, detalles, artículos y cosas semejantes que nos hacen viajar al pasado algunas veces alegre otras veces triste, pero que de alguna manera disfrutamos.


Mi mamá guardaba unas maletas viejas, de esas de metal, cuadradas. Ahí guardaba los primeros vestidos de mis hermanas mayores, retratos de mi padre, recuerdos de bautismos, cartas y muchas cositas que de cuando en cuando sacaba y que o bien le provocaban sonrisas o le sacaban alguna lágrima evocando sus memorias.


Conforme pasaron los años, la emoción de que mi mamá nos contara las historias al ir sacando cada cosa cuando abría las maletas, se fue desvaneciendo, quedando en el olvido. Crecimos, nos casamos y formamos nuestras familias y poco a poco fuimos haciendo nuestro rinconcito de los recuerdos, conservando fotos, detalles, objetos para evocar nuestras propias memorias.





Nuestra niñez, adolescencia y madurez van pasando de prisa sin darnos cuenta y poco a poco volvemos a nuestro rinconcito para detenernos un poco en el tiempo y volver a vivir, a reír, a llorar, a meditar en lo que hemos hecho, cómo fuimos y lo que pensábamos entonces, haciéndonos un montón de preguntas.


Si tenemos la suerte de vivir muchos años y forjar bonitos recuerdos, esos momentos se hacen atesorables y los buscamos con avidez, con añoranzas y melancolía. Si además tenemos la suerte de gozar de buena salud y buena memoria, lo disfrutamos y compartimos sin pensar si a las nuevas generaciones les interesa o no, solo lo compartimos y lo disfrutamos, pero si llegamos a viejos con demencia senil, alzhéimer o algún otro problema de memoria, todo aquello se pierde con el tiempo. Los objetos pierden el valor que alguna vez les dimos y se convierten en basura acumulada. Esos rinconcitos dejan de tener valor si no se lo transmitimos a otros.


Recordar el pasado no es nada más “volver a vivir”, es fortalecer nuestras raíces, tener los pies en la tierra sabiendo de dónde venimos y lo que somos ahora, es reconocernos tal como realmente somos en el presente, es también pasar la estafeta a otros. Algunos recuerdos es sano olvidarlos, pero también otros son buenos para alimentar nuestra alma de alegría. Una pequeña dosis de pasado puede estabilizar nuestro presente, si lo recordamos con sabiduría.


Se dice que hay que vivir el presente, y eso está bien, pero nunca olvidemos nuestras raíces para tener los pies firmes en la tierra, pero también procuremos soñar un poco con el futuro para avivar nuestra esperanza. Vivir solo el presente sin aprender del pasado y sin anhelar el futuro, me parece una existencia vacía, sin sentido y poco sabio.

 

¿Alguna vez has compartido con los tuyos, los que amas, tu rincón de los recuerdos?

martes, 11 de enero de 2022

Desde mi balcón

 Tendida en la tumbona en mi balcón cogiendo sol, por eso de la vitamina D, a cuenta ahora del Ómicron, me viene a la memoria cuando lo hacía confinada por la primera ola de la pandemia... Esta vez hay un cambio abismal con el exterior de entonces. 

Ahora se oyen las campanas de la iglesia cercana reclamando fieles, coches circulando una vez integrados sus dueños, niños en la calle que juegan contentos recobrando parte de su libertad.


Antes sólo se movían los animales alegres de recuperar su naturaleza. Ahora se vuelven a conformar con lo que les dejamos quienes parecen ser más animales y menos sabios que todos ellos.


El sol brilla con todo su esplendor bajo un cielo que el astro torna de un precioso color azul. Los pájaros intentan sobresalir con sus cantos, pero ahora son ensordecidos por coches, motos y demás vehículos en un asfalto que ha cobrado vida. 


Han pasado ya las fiestas de Navidad y Fin de Año que tanto sufrimiento supone para animales y personas sensibles, quienes parecen enloquecer o morir de miedo. Pero esto no importa a un amplio resto llamado humanos. Ande yo caliente... sin que importe la gente.


Lo que no parecen percibir es que la gente la forman ellos también, y que caerán con lo mismo a lo que no les importa abocar a los demás.


Hasta los pájaros se agrupan inteligentemente en su vuelo en bandadas para ayudarse mutuamente. Deben ser animales más racionales que los que llevan su nombre.


Mientras tanto la vitamina D sigue generándose en mi organismo, a ver si conseguimos eludir de una vez a este parece ser indestructible bicho de no sé cuántas cabezas.


Mila





domingo, 2 de enero de 2022

Año nuevo


Sonaba fuertemente el tambor en aquella residencia de mayores. Una señora de 87 años, dominada por una gran ceguera se había cambiado los tambores similares que a ella le habían dado por unas palmadas con sus manos y su sonrisa alegre y clara denotaban su deseo de unirse a los presentes con el deseo de hacer nuevo aquello tipo tambor que le recordaba su opción por la humanidad.