domingo, 29 de septiembre de 2019

Nueva semana en el mundo de Yupi


Primer día
Un compañero hablando de su futuro me dice “quiero estar tranquilo porque veo la vida como un baile”. De entrada me gustó la idea. Alegre y divertida. Más tarde me quedé pensando: caray, no, dijo “baile”. Porque hay bailes muy tristes, muy sosos, de esos que dejan a uno dormido.


Segundo día
Martes. ¿Qué más da si me fallo y voy al trabajo? Total, el jueves es puente.


Tercer día
Nadie es bueno o malo, todos son grises. Lo que ocurre es que hay algunos grises que son muy oscuros.


Cuarto día
Hace mucho tiempo que no veía Miguel, compañero de clase en el instituto. Me lo encontré el lunes en la plaza de Santo Domingo. Él salía de la iglesia a la que dice que viene todos los lunes a ver a santa Rita. Lo encontré con una religiosidad que no sé cómo calificar. Sabe siempre muy bien lo que Dios quiere que haga. Pero después me di cuenta que eso justamente es lo que coincide con su deseo. Por tanto desconfío.


Quinto día
No esperaba yo el comportamiento de alguien que apareció un buen compañero. Me puso tan verde ante el director de personal de la empresa que no tardaron en llamarme desde el departamento para darme la carta de despido. Cuando entré al despacho las lágrimas estaban a punto de asomar a mi cara, aunque pude esconderlas  detrás una esforzada sonrisa. Cuando entró mi jefe con unos papeles en la mano, me dijo: los comentarios de su compañero me ha servido para analizar detalladamente su trabajo. He visto que lo hace muy bien. Quiero eliminar envidia entre compañeros. Ya está preparados los papeles para su nuevo contrato, con subida de categoría, por cierto.


Sexto día
Hablando de religiones, mucha gente tanto del islam como del catolicismo tiene una actitud pasiva ante la sociedad. Para ellos Alá lo tiene todo predestinado y que la vida de cada uno no es más que la sala de espera del más allá. A eso yo le llamo fatalismo.

Séptimo día
Cartel de publicidad colgado en mi calle: 10-N, Maratón popular. ¡Apúntate! Y a mí me surge una duda. No se si me están hablando de deporte o de política.




sábado, 28 de septiembre de 2019

I robot


Ése es el título de una histórica novela de Isaac Asimov -también de una película con temática relativamente similar-, en la que el autor enunciaba las tres conocidas leyes de la robótica-, según las cuales:

1.- Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano sufra daño.
2.- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª ley.
3.- Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.


Hasta ahí todo perfecto; perfecto si no fuera porque esas leyes nunca se cumplen. Los “drones”, cuyo uso no ha hecho más que empezar, ya han sido utilizados en acciones militares y, casi con toda seguridad, habrán causado la muerte de alguna persona o algunas personas. Pero no hace falta llegar a esos extremos para entender que la presencia de robots no es inocua en la actividad cotidiana de la gente. Muchas veces para bien, pero otras no tanto.

Muy recientemente, el Juzgado de lo Social nº 10 de Las Palmas de Gran Canaria acaba de sentenciar la improcedencia de un despido de una trabajadora, con una antigüedad de 13 años en una empresa, que había perdido su trabajo al ser sustituida, sin más, por un programa informático. El motivo: la productividad (hecho seguramente cierto) como motivación fundamental para la decisión.


Pero este hecho ni es nuevo ni, a veces, es tan evidente. Infinidad de puestos de trabajo se han perdido en los últimos años en todas las industrias y servicios en las que ha irrumpido la revolución tecnológica de las dos/tres últimas décadas.

Un robot -una máquina- no se fatiga, no tiene una jornada laboral regulada, no reclama derechos sociales, aumentos salariales… y cuando se vuelve obsoleta y sale del proceso productivo por su obsolescencia, no reclama una pensión digna a costa de un estado, que ha de recaudar los recursos necesarios para pagárselo.

Oponerse a esta transformación es además inútil. Va en contra de la Historia y de la naturaleza humana. Pero, tarde o temprano, habrá que encontrar mecanismos que aseguren condiciones sociales satisfactorias para los desplazados (y todos somos susceptibles de serlo…) actuales y futuros.

Ignoro si la solución es que “los robots también paguen impuestos” (es decir, sus propietarios o empleadores). Pero no estaría de más empezar a planteárselo.



viernes, 27 de septiembre de 2019

Inquietudes

Visitando el centro de acción social de un barrio de mi ciudad, me encuentro con una bonita experiencia que me ha alegrado muy mucho.

Estos días no hemos parado -me cuenta un colaborador social-. No cesan de venir usuarios. Buscan orientación de todas las cosas. Preguntan por sitios ciber, asesorías, salas de estudio, información juvenil variada, asesoramiento laboral, búsqueda de trabajo –es lo más frecuente-, cómo hacer las entrevistas laborales, qué es lo que deben decir, cómo deben comportarse… Otros preguntan sobre la prevención de embarazos, anticonceptivos e higiene sexual. El embarazo adolescente sigue siendo una realidad y es algo que preocupa a muchos.

Estamos pensando en organizar para el próximo mes un taller educativo sobre cómo afrontar la ansiedad, pues, aunque uno vea a los jóvenes con talante de pasotismo y diversión, lo que buscan y se preguntan –arriba hay una muestra de ello- produce en muchas ocasiones un disloque mental.

E intentamos utilizar el espacio de animación como un lugar también para proyectar películas donde se toquen temas relacionados con la búsqueda que ellos hacen a todos los niveles.

Es un trabajo interesante. En la medida que la gente está mejor informada, lo que muchos llamaban el vandalismo juvenil en el barrio está siendo mejor enfocado. Siempre se ha dicho que el conocimiento engendra poder. La información también ayuda a que todos nos ubiquemos: desde la diversión hasta el sexo pasando por el trabajo.

También está el desfase generacional. Algunos mayores -no son muchos de momento- han venido a protestar porque, según ellos, está bien que le hablemos e informemos de cosas de trabajo, pero lo demás no vale. Lo que pasa es que de "lo demás" tampoco se ha hablado en casa, y parece que va a seguir sin hablarse.