viernes, 13 de septiembre de 2019

No he nacido mujer...


No he nacido mujer. Lo he ido siendo poco a poco. En el colegio no entendía muchas cosas: los chicos podían ir con pantalones cortos, las chicas no podíamos hacerlo con minifalda. Conseguir un trabajo me hizo pensar que ya todo iba a ser más fácil. Pronto me di cuenta que no podía serlo a gusto mientras no hubiese igualdad económica. No me bastaba la igualdad social si luego iba a ganar menos que los hombres. Cuando comencé a salir con un chico pronto lo dejé, pues casi desde el principio me di cuenta que yo podía ser objeto de su placer, pero a él no le gustaba ser instrumento del mío. La iniciativa en ello siempre había de ser suya. ¿Por qué no podía salir de mí? Yo sentía que tenía que ser algo recíproco y que la complicidad debía ser mutua. Él, sin embargo, quería ser siempre el protagonista. Veía cómo, a nivel social los hombres se agrupan fácilmente y a las mujeres nos cuesta más porque ver mujeres reunidas es objeto casi siempre de crítica feroz. Y todavía me queda por probar la convivencia en casa. Me pregunto a quién le tocará limpiar los pisos, lavar la ropa, etc., aunque me figuro la respuesta.

O sea, que tengo 35 años y todavía ando buscando la igualdad que ya pregonan como un hecho. Pero hay aquí un mito que no tiene comienzo ni fin. Digamos que en la carne del mundo se sembraron los mitos y en esa misma carne han de florecer. Estamos esperando aun un viento fuerte que arrastre con todo lo desigual que nos envenena. Por eso lo dicho al principio de mis palabras: No he nacido mujer. Lo he ido siendo poco a poco. Y lo que me queda, porque…”.

Así comenzó su ponencia una profesora de filosofía en la empresa, con un modelo de economía social, donde trabajo, y que intenta desarrollar una economía social. Mejor que cada uno siga diciendo y ponga el final.



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