viernes, 20 de septiembre de 2019

Vida


La vida tiene sus más y sus menos. Aunque hoy me gusta menos que ayer, siempre me ha gustado vivir. Amigos y familiares se han ido antes que yo.

Me gusta la vida, sí. Pero tampoco me preocupa la muerte. Tengo confianza en los medios que me proporciona el vivir. Por eso me fijo más en el vaso más que en el licor, en el hombre más en el cadáver. En el cauce más que en la corriente. En la ventana, no en la puerta.

Sí, ya se que estos no son problemas. Lo más fastidioso es que el dolor crece en el mundo. Va como loco, a 150 por hora. Jamás hubo tanto dolor en el pecho ni en la solapa ni en la cartera. El mal crece como una ola que arrasa una isla. Veo cómo llora el pan la cebolla y también la zanahoria. Pero la vida sigue y por ese dolor unos nacen, otros crecen y algunos mueren... cómo la cebolla llora, al pan lo crucifican y a la sal la hacen polvo.

Pero tengo más ganas de ayudar a reír al que sonríe y ser bueno conmigo en todo.

¡Ah! y también deseo que sobreviva la palabra para que esto que he dicho, que, al fin y al cabo, son palabras sigan vivas y produzcan sus efectos.





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