miércoles, 25 de septiembre de 2019

Cardenal Romero


Los salvadoreños de a pie saben que en Óscar Arnulfo Romero tienen un espejo donde mirarse y un aire fresco que les impulsa a hacer realidad los derechos humanos para todos y una sociedad de iguales.

Su línea fue de alianza con los derechos humanos y de defensa de los más pobres de la sociedad y sin paternalismo de tipo alguno, animando desde que fueran ellos también siempre los que tomaran la iniciativa. Por poner un ejemplo decía: "Hacemos un llamado a la cordura y la reflexión. Nuestro país no puede seguir así. Hay que superar la indiferencia  entre muchos que se colocan como meros espectadores ante la terrible situación, sobre todo en el campo. Hay que combatir el egoísmo que se esconde en quienes no quieren ceder de lo suyo para que alcancen los demás. Hay que volver a encontrar la profunda verdad de qué debemos servir a las mayorías pobres”.

De ahí la importancia de gestos como el del Papa Francisco al recordar expresamente su figura. Se dice que las aeronaves, a 400 metros de altura, no lograron captar toda la mancha humana congregada en la plaza del Vaticano para la canonización de Óscar Romero. Mucho tiempo tardó la jerarquía de la iglesia católica en hacer el pago de dicho reconocimiento. Con este gesto del papa Francisco muchísimo ciudadanos salvadoreños pudieron experimentar que sus esperanzas habían sido colmadas.

Y es que entre los años 1978 a 1981, cuando se produce un desequilibrio total y radical en las propuestas de los diferentes grupos  ideológicos, arrancó el camino hacia la guerra civil. El grupo que tenía de poder era muy variado y estaban bastante  disperso. De otra parte estaban las clases populares que habían buscado por la violencia una salida, y -cómo no- también la oligarquía cuyos intereses están en juego y no podía faltar a la cita. Un cóctel explosivo que hoy ya es en parte historia.

De todo aquel periodo, junto al sufrimiento de infinidad de gente anónima, que padeció la violencia y el desgarro que conlleva toda guerra civil, emerge la figura del Cardenal Romero, quien, consciente de su papel, siempre buscó vías de concordia, pero sin perder ni por un momento la claridad de ideas que siempre le caracterizó.


La justicia social no es tanto una ley que ordene distribuir; vista cristianamente es una actitud interna como la de Cristo, que siendo rico, se hace pobre para poder compartir con los pobres su amor. Espero que este llamado de la Iglesia no endurezca aún más el corazón de los oligarcas sino que los mueva a la conversión“
Cardenal Romero





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