martes, 3 de septiembre de 2019

Consejos vendo que para mí no tengo


El modo en que nació la transición democrática española dejó muchos cables sueltos. No podía ser de otro modo. El pacto entre el viejo régimen y el nuevo evitaba tensiones pero conllevaba limitaciones. Se quedaban pendientes numerosos temas por resolver (el encaje territorial o una ley de Huelga, por ejemplo). El futuro se depositaba en manos de un desarrollo legislativo que solamente se ha completado solo en parte.

Precisamente -y en gran medida por esa razón- sobre las siguientes generaciones ha sobrevolado un cierto complejo de inferioridad, una sensación de déficit democrático respecto a otros países. Al fin y al cabo la Constitución española data de diciembre de 1.978 y, entre unas cosas y otras, es de sentido común pensar que bien merece una mano de pintura. La sociedad española se lo debe a sí misma.

Pero existe; la Constitución -con todos y sus defectos- existe y es homologable al resto de las constituciones de los países de la Unión Europea. Incluso, comparadas con algunas, resulta ser más progresista en bastantes aspectos.

¿Pero se imaginan ustedes el escándalo que supondría que un presidente de gobierno español solicitara al rey permiso para suspender durante un tiempo las funciones del Congreso de los Diputados para evitar cualquier moción de censura sobre su gestión? ¿Se imaginan, además, el descrédito democrático si el rey aceptara? ¿Se imaginan cómo abrirían sus informativos las cadenas de televisión de medio mundo, los titulares de periódicos como Le Monde, New York Time, el Frankfurter Allgemeine, Il Corriera della Sera, The Times o el Daily Mirror, Le Figaro? No quiero imaginarme los comentarios en las tertulia de la BBC, la CNN, la RAI…: “El franquismo sigue vivo en España”, “Franco ha vuelto”, “La democracia española fracasa”…

Pero no; la situación que describimos no ha tenido lugar en nuestro país. Ha ocurrido en la cuna -dicen- de la democracia parlamentaria europea, el Reino Unido; un país que presume de no tener constitución escrita -le basta su Carta Magna-, de tan interiorizados que tiene su sociedad de los principios democráticos. Una Carta Magna, cuyo original está redactado en latín antiguo y que data de 1215. Y que no es otra cosa que un pacto arrancado por los nobles ingleses al impopular Juan I.

Bienvenidas sean las lecciones de democracia vengan de donde vengan, aun nos quedan muchas deficiencias que corregir en nuestro país, pero determinados complejos podríamos empezar a ponderarlos en su justa medida.

Además, me parece que el Brexit está dejando en evidencia aspectos de la personalidad del pueblo británico que dan qué pensar…



No hay comentarios:

Publicar un comentario