martes, 27 de octubre de 2020

Segunda ola

¿Volverá la situación a ser tan grave como en marzo pasado? No parece que vaya a ser así. Pero tampoco pensábamos entonces a ver lo que se avecinaba -yo entre ellos-. Nunca pensamos que las cifras nos desbordarían, pero lo hicieron; nunca pensamos que las UCIS de los hospitales colapsaran (porque, seamos realistas, colapsaron), ni que las residencias de la tercera edad se convirtieran en auténticas ratoneras; ni nos imaginábamos que la recuperación económica vaya ser en realidad tan lenta como ahora ya es seguro. Pensamos, ingenuamente, que el calor del verano -y no nosotros- acabaría con el virus. Lo duro quedaba atrás y era ya cuestión de esperar pacientes a una milagrosa vacuna que dejara atrás la pesadilla.


Pero hemos vuelto a pecar de soberbia. Pasado lo peor, hemos bajado la guardia y nos mostramos reticentes a hacer lo que toca en cada caso. No es sólo una cuestión de mascarillas, lavarse las manos a cada rato o de distancia social, que también. Es toda una actitud mental de alerta, de prevención, de solidaridad. Para eso es más difícil concienciarse. Si no nos ha valido de experiencia lo vivido dudo yo que revierta nuestra conducta por que se nos avise que viene el lobo. El lobo ya vino, nos tomó por sorpresa y nos dejó temblando.


¿Estamos mejor preparado? Objetivamente sí. Ya tenemos la experiencia de por dónde va esto. Pero precisamente por eso debemos abandonar esa soberbia humana que nos caracteriza. Lo demás es pan para hoy y hambre para mañana. Hambre en el más amplio sentido del término.





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