domingo, 21 de abril de 2019

Mis dos obligaciones


Me llamó el director de la escuela para darme a conocer los problemas con mi hija de seis  años. Según sus educadores la niña era muy controladora con sus amigas. En el recreo era ella quien marcaba los tiempos. Y en clase acosaba a sus compañeros si escribían mal o se salían de lo establecido y en el comedor regañaba las compañeras que comían con la boca abierta. Estas actitudes de su hija podrían facilitar que las demás compañeras las marginasen.

Al escuchar a su tutora fui siendo consciente poco a poco que mi hija era un doble mío. Había copiado de mí el mal ejemplo de mi manía de tener que controlarlo todo, no solo a ella sino también a las personas que trabajan conmigo.

Siempre odie esta actitud porque es vivir del miedo del control de terceros. Así que pensé que tendría que vivir un cambio de actitudes para los demás, también lo estaba haciendo para las amigas de mi hija.

Ahora tenía dos obligaciones. No sólo cambiar la actitud de mi hija; primero debería cambiar la mía -y en ese orden-. Mi actitud positiva me ayudaría a cambiar la suya. En definitiva sería trabajar para no romper lo más grande que tenemos las personas que gozamos de la vida: la libertad.




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