sábado, 6 de mayo de 2017

Racaneando


Se le conocía por ser un gran ahorrador. Con 800 euros comía, pagaba el alquiler, separado de su mujer, pasaba 180 todos los meses para la manutención de su hijo. Hablaba poco. Al cine no iba casi nunca. Compraba ropa en una casa de segunda mano. Y cada mes le sobraba, en el contexto de su salario, una notable cantidad a fin de guardar para el futuro. Hablaba con poca gente. No se le conocía amigos. Pensaba que cuanto menos bulto, más claridad. Difícil era solidarizarse con un caso que lo mereciera, pues cuanto menos gastaba más tendría para el futuro. Lo mismo le pasaba con las amistades. Cuantos menos amigos, mejor podría tratarlos. No era cosa de derrochar amistad en uno, tenía que guardar para otro. Como si la producción de amor y de amistad la tuviera cada uno limitado y había que saber repartirla para no malgastarla. Alguien le hizo despertar un día de la somnolencia afectiva en que vivía y ¡trabajo le costó¡, pero con el tiempo llegó a descubrir que cuanto más daba, mas tenía.



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