sábado, 13 de junio de 2020

Tarta de zanahorias

- Pues de Youtube. ¿De dónde voy yo a sacar la receta de un pastel de zanahoria? ¿Cuándo me has visto a mí hojeando algún libro de recetas?
– No sé. Con tanto confinamiento a la gente le ha dado por hacer las cosas más dispares. Empezamos arrasando con el papel higiénico en los supermercado y hemos acabado con las reservas de harina de las estanterías. A mí no, a mí me ha dado por las videoconferencias incluso con gente que hacía más de veinte años que ni había visto. ¡Qué mayores estamos todos!
- Esto ha sido una apuesta. A mí los postres con zanahorias, calabaza, boniato y demás me llenan mucho. Yo prefiero los postres clásicos: tiramisú, tartas de queso… lo típico. Pero en un grupo de “guasap”, con unos amigo, alguien propuso el reto y ahí me tienes a mí haciendo el tonto.
- Pues yo no soy tan finolis. Me van más los dulces que te comes con los dedos, en plan troglodita. Recuerdo un dulce que hacían en un horno de pastelería que había al ladito de la casa donde vivía de pequeño que acaba desmigándose y no había otra forma de meterle mano.
- No te ha quedado mal el pastel de zanahorias… se deja comer -dijo mi amigo, con la boca medio llena-.

Y se me escapó una carcajada que ni pude ni quise evitar.

- “Se deja comer”… Eso es lo que se dice de cualquier plato del que no se puede decir nada mejor. Para la repostería, más incluso que para la cocina en general, hay que tener cierto duende y yo no lo tengo, lo sé. Un toque especial que no es solo paciencia -comenté resignado.

Pero cuando miré la bandeja mi amigo ya se había servido el último trozo. A su modo no dejaba de ser un piropo.


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