viernes, 10 de enero de 2020

Vecinos

Mis vecinos, los del piso de arriba, son unos escandalosos. Desde que entran por el portal se les escucha: con ellos llegó el escándalo, dice otro de los vecinos sufridores. Para levantar a las niñas de la cama y mandarlas al cole por la mañana, ella grita. Para que vengan a la cocina, ella grita. Para llamarles desde la ventana al parque, ella grita.

Y él no se queda atrás. Para decirle a la mujer que no grite tanto, chilla más. Cuando discuten a uno le da hasta miedo de las cosas que se dicen. Cierran las ventanas, pero se sigue oyendo. Porque además las casas hoy las construyen con cartón. Nosotros desde abajo escuchamos hasta la meada, cuando es fuerte y desde lejos.

Pero el problema es que no hablan, sino que gritan, chillan. El tono de voz, la costumbre. Uno también se ha acostumbrado. Hasta nos hemos acostumbrado a hablar bajo si tenemos la ventana abierta para que no se nos oiga a nosotros.

Pero esta semana están de viaje. De vacaciones. Y se han ido fuera por cinco días. No se pueden imaginar lo tranquilo que está el patio interior de las viviendas. Hasta los vecinos salimos a las ventanas para comentarlo y sonreírnos. Estamos tan acostumbrados a la bulla que nos parece increíble. Esto es el cielo. Puede uno hablar con su pareja sin necesidad de estarles oyendo a ellos. Puede uno caminar por la casa, escuchar música, sentarse en la puerta del patio como si viviera uno solo. No vivimos solos. Hay más vecinos, pero todos somos discretos por lo general. Pero siempre hay uno que se tiene que notar.

A mi me encantan las vacaciones, pero a ellos lo que les deseo es que puedan estarlo con más frecuencia que nosotros mismos y que puedan disfrutarla fuera de la casa. El patio está tan tranquilo que una de las vecinas que se está preparando unas oposiciones nos dice que esta semana estudiando ha avanzado como en un mes. Y digo yo, ¿es tan difícil darnos cuenta que si chillamos y gritamos no solo nos oye el de casa sino también el vecino y que además podemos molestarle?  Eso sí, en este tipo de casas hay que tener cuidado de los gritos libidinosos o de los jadeos sexuales, porque salvo que nos pongamos todos de acuerdo para hacerlo al mismo tiempo siempre corremos el riesgo de que el vecino de al lado se entere del momento propicio de cada pareja.


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