jueves, 20 de febrero de 2020

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¿Quién no desea ser feliz? Hay muchas frases, adagios, recetas que apuntan hacia ello. Y mientras algunos la buscan en cosas externas, todos los indicios apuntan a que está en el interior de cada uno, que es más una actitud que una meta. La buscamos por sitios diferentes, algunos inverosímiles, hasta debajo de los piedras, y en ocasiones, dadas las dificultades que la vida nos trae, perdemos la ilusión y se nos decae el entusiasmo.

Lo que sí parece cierto es que no se logra en el atropello de idas y venidas, de quererlo abarcar todo, de tener y de consumir, o en el propio estrés de la vida, sino que necesitamos de una bonanza interior para ser consciente de la misma. Es más, como que solo en el sosiego llegaremos a ella.

Y la pregunta del millón suele ser si podemos ser felices careciendo de medios económicos suficientes, teniendo pocas virtudes o cualidades como para ostentar altos cargos y tener grandes poderes. Es decir, si llevando una vida normal, como la de cualquier ciudadano, pudiera uno ser feliz. Y mientras unos te dicen que el dinero no da la felicidad pero ayuda a ello, y otros te apuntan a motivos interiores, incluso de tipo espiritual, no todos aceptamos que pueda ser verdad, y nos quedamos como desconcertados.

Un amigo me decía el otro día que él se sentía creyente, que no tenía grandes razones, pero que tampoco las tenía para dejar de serlo, que fue educado así, y que eso le ha venido bien como motivación interior para afrontar la vida incluso en momentos difíciles personales, pero que eso no significaba que estuviera en desacuerdo con lo que yo planteaba en algunas de mis reflexiones, pues no siempre la Iglesia hacía y ejecutaba el mensaje del Evangelio, dado que en momentos aplicaba acuerdos o convenciones culturales que luego traspasaba como cosas para siempre. Pero que a pesar de ello no renunciaba a su condición creyente y a su fe en Dios pues le motivaba a luchar y a afrontar la vida, dándole serenidad en momentos de agobio.

Me gusta la sencillez de este tipo de personas. Si hay quienes defienden las disciplinas mentales como la meditación trascendental, el misticismo oriental, la gnosis, los misterios iniciáticos como motivos de paz interior, ¿por qué no hacerlo directamente de Dios? Es como si no estuviera de moda, o, casi diría yo, como si algunos nos lo hubieran secuestrado para sus ideologías y afinidades y eso lo hace menos motivante para la gente joven de hoy.

Y pensándolo bien, aunque Dios hoy no parezca muy interesante, todas esas doctrinas nuevas de tipo esotérico, a la que mucha gente sigue hoy con ilusión, tienen detrás la creencia en la divinidad, a la que llaman de muchas maneras. Al fin de cuentas es lo mismo. Quizá es una forma de organizarse o agruparse unos con otros dado que no han obtenido respuesta en otro tipo de instituciones. Porque lo que sí voy viendo es que, si bien la felicidad es algo personal no se logra individualmente, sino necesita de la cohesión con otras personas, grupos, comunidades  o como queramos llamarle.

O sea que los deseos de felicidad, de paz interior, de sosiego mental, de búsqueda de lo divino, en el fondo, no han pasado de moda y siguen interesando a muchos en nuestra sociedad, aunque no todos lo expresemos de la misma manera.

1 comentario:

  1. Parece que al decir Jesús: " no solo de pan vive el hombre" .Si la primera necesidad es la de satisfacer el hambre, hay que dejar abierto el:"no solo" para no llegar a la hartura.Es decir que la felicidad no está en llegar a la satisfacción plena, lo que nos llevaría al final a la insatisfacción. Lo mismo no pasa con la sexualidad,otra de las necesidades primarias del ser humano.
    La búsqueda de la plena datisfacción nos puede dejar insatisfechos.
    Jesús va al pozo. Tiene sed. Le pide agua a la samaritana, pero él le ofrece otra agua viva,de manantial.Dame de esa agua le dice la samaritana. Yo te ofrezco otra agua, y no tendrás más sed.
    Habrá que aprender que solo satisfaciendo las necesidades físicas no llegaremos a la felicidad.
    El "no solo" puede ser la solución.
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