jueves, 12 de diciembre de 2019

Espíritu navideño


Decir que al entrar en la Navidad lo estamos haciendo en un terreno pedregoso a muchos les parecerá una herejía, pero si analizamos muchos casos podemos encontrarnos con aquel pantano fangoso en el que debemos procurar, valga la redundancia, no empantanarnos.

No hay un molde común donde situar la Navidad. Para unos es época feliz de gozar familiarmente de unos días de asueto sin tener que trabajar. Para otros tiempo de tristeza, bien por familiares que ya no pueden verse con nosotros bien por familiares que, pudiéndose ver no lo hacen -ni quieren- por problemas surgidos entre los hermanos, padres e hijos…

Sé de unos apurados por resolver el conflicto de relaciones con otros, sin ni siquiera haber emprendido el camino de renacimiento a través del pedir perdón. No me cabe duda que verse en esas situaciones es atentar contra el Espíritu navideño.

Las fiestas de Navidad pueden resultar ser la época del año más feliz para unos y la más triste para otros. Cuando la vida te sonríe estás con los tuyos les mimas, les cuidas.

Pero algunos no dejamos de preguntarnos por qué en este tiempo de Navidad hay que llevar esa pauta de comportamiento concreto, de estar en armonía paz y felicidad con los demás, y pasado las Navidades volvemos a las andadas de cada uno por su sitio, sin contar con los otros o volviendo a revivir nuestro malestar interior.

No. No es un asunto baladí. La Navidad, en su verdadero sentido origen y significado, no puede reducirse a un mero convencionalismo social que haga crecer barreras entre las personas.

Seguiremos…



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