domingo, 15 de diciembre de 2019

Un otro mundo


Tiempo atrás lo había hecho y quedó con buen recuerdo. Cuando ya el sol comenzó a retirarse cogió su mochila y puso en su interior tres botellas de agua y tres sándwiches vegetales. Buscaba paz, serenidad y silencio. Quería precisamente eso: silencio.

A medida que iba subiendo la montaña que protege a su pueblo veía llegar un grupito de gente que se abría paso, unos con luces y otros con cristales que hacían rebotar la ciudad en la noche. Lejos de oían vagos relinchos. Es el silencio que se acerca y nos vigila. Mientras yo sigo el camino que aquella noche había comenzado. Ya más cerca del pico de la montaña, pero no lejos de la costa de mar, cosa que Roberto sí entendía pero no los de demás.

El tiempo se ha calmado. Dentro de mí lo siento de tal manera que tiene un sabor a sal mi pensamiento. Y cada día de mi vida qué pasa lo necesito. Sí, necesito del mar porque me enseña no sé si música o conciencia (Neruda). Hasta cuando estoy dormido, el sabor del mar me atrapa como si estuviera fijo en la universidad del oleaje.

Y allí, inmerso en el mar que rodea pero sin dejar de pisar tierra, me hago consciente de que no existe ningún rincón de mi ser que no haya quedado agradecido por el regalo de inmensa de la vida que se me ha dado.




Desde el punto más alto de mi pueblo, y bañado permanentemente por mi mar, hoy quiero salir de todo mi miedo y sentir gratitud y vitalidad en cada situación de mi existencia. Quiero sentirme que soy uno de los del movimiento de otro mundo y que puedo confiar en el respeto, y el cariño y en la seguridad de todos. Y pido perdón a todo grito y con las manos en posición supergigante por todas esas veces que no me he dejado tocarlo por el amor un mundo, luego ya he salido en la búsqueda de trofeos pensando tan solo el sentirme a gusto de mi yo.

Desde el punto más alto de mi pueblo -repito- y mirando hacia la dirección donde dejé a los que intentaban seguirme sigo, insistiendo en la suplica de ser perdonado por perderme entre las vanidades del mundo. Y me comprometo a ser protagonista, junto a los demás que así lo quieran, de la construcción de un pueblo cuidado, cuya bandera sea la humildad y su fuerza la unión y la solidaridad.

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