jueves, 23 de abril de 2020

Desde mi balcón

Desde mi balcón veo la calle con todos los coches aparcados como si nadie fuera dueño de ellos y estuviesen abandonados. De vez en cuando se ve alguno circulando por la avenida. Los semáforos siguen encendiéndose y apagándose, pero casi ni serían necesarios porque apenas hay coches que circulen. Al fondo la Iglesia ahora siempre cerrada a cal y canto, está tocando las campanadas recordándote que sigue ahí y aún hay vida adentro.

Los pájaros siguen siendo dueños de sus vidas y los oigo cantar volando libremente por el cielo y sus sombras por el suelo, alegrando el día, acompañado del sol y un cielo salpicado de nubes más limpio que nunca.

Desde uno de los balcones cercanos se escucha a una madre cantando a sus hijos "al pasar la barca...",  en otro a una abuela muy contenta hablando por video con alguno de sus nietos, oyéndose su vocecita al fondo.

Alguien con la ventana abierta está tocando una trompeta con alguna música militar. Escucho desde otra vivienda cantar esta vez posiblemente a un padre, seguramente también habrán niños y ponen todo su empeño en que el encierro a ellos se les haga menos duro.

No oigo a ningún niño llorar, sus padres hacen miles de galimatías para evitarles pensar y minimizarles este encierro tan duro. Al principio se oía a alguno llorando, pero los pobrecitos se deben haber acostumbrado a que no hay otra por mucho que lloren, y han tenido que asimilarlo a su manera, con la gran ayuda y empeño de sus padres. Alguien en solitario por la calle pasa con la bolsa de la compra, otro está esperando su turno fuera de la puerta de la farmacia.

Ahora calla la trompeta y se escucha música canaria a la vez que se oyen golpes desde alguna cocina, como partiendo con algún machete pollo o algo parecido. Una señora limpia los cristales y otra está tendiendo la ropa. Veo un señor por la ventana cocinando, seguramente será el del machete que se oía golpeando con tanta fuerza.



Se oye un poco más lejos a un camión del agua descargándola cumpliendo con su obligado trabajo. También algún helicóptero pasa de vez en cuando controlando que todo vaya bien. Casi todos tienen las ventanas y los balcones abiertos porque ahora viven todos desde ahí.

La vida sigue moviéndose aunque despacio, ralentizada por algo invisible que se ha apoderado del mundo obligándolo a vivir encerrados bajo su yugo.

Me acuerdo mucho de lo que están en la cárcel privados de la libertad, aunque ellos están ahí pagando por algún delito.
Se escucha vida que no se ve, alegría que se oye y se saca de no sé qué parte del fondo de uno mismo.

Lo que nunca podrán controlar ni encerrar es la mente con la que podemos volar hacia donde queramos. Ojalá y todo esto sirviera a muchísimas más y más y más gente.

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