jueves, 9 de marzo de 2017

El Valor De Unas Lágrimas




     Estando en el tanatorio acompañando a alguien muy querido que había fallecido, la llamaron para avisarle que su casa en el campo se había inundado a consecuencia del fuerte temporal habido. La tristeza por un lado y la preocupación por el otro la hicieron llorar. No. No eran las lágrimas que le salían cuando picaba cebolla. Eran lágrimas de dolor y de coraje al tiempo. El único alivio que en aquel momento podía sentir.
     Tan fácil era su capacidad para llorar que en algunas ocasiones llegó a pensar: “Si hubiera un banco de lágrimas, yo sería la primera donante, y que así los que les cuesta soltar una lágrima sepan  lo tranquilizante que son”.
     Conversándolo días más tarde con una vecina, profesora de ciencias, ésta le comentó haber leído que en Israel se estaba estudiando el origen de las lágrimas y para lo cual habían hecho un banco. Quieren saber si son distintas las lágrimas según el motivo que tengan. Y también averiguar si es verdad eso que se dice de que los hombres lloran menos que las mujeres. Si se extiende ese banco ahí tendrás una posibilidad, le comentó su amiga. Ella le respondió: “¿Te imaginas que en los anuncios de la tele salga uno diciendo “se busca llorones que donen o vendan sus lágrimas”? Los llorones de las telenovelas tendrían ahí un medio para resarcirse del llanto diario al que se ven sometidos. De todas formas, las lágrimas tienen un algo grande de misterio y yo quisiera seguir teniendo la posibilidad de que el aceite de mis lágrimas ablande de forma natural las piedras que me pueda encontrar en el camino. Muchas veces son las lamparillas de mis ojos”.




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