sábado, 29 de abril de 2017

Metástasis

Parece mentira que una pequeña berruguita haya acabado teniendo consecuencias tan graves. Ni siquiera recuerdo cuando advertí su presencia por primera vez. No le di importancia. Ni cuando creció un poquito. “Son cosas de la edad” me dije. Tampoco me molestaba tanto, aunque alguien me comentó alguna vez de los posibles peligros de su presencia. Tomé “nota mental” de acercarme al médico de cabecera… pero más adelante.

Dicen que este tipo de berrugitas pueden ser anticipo de males mayores cuando cambian de color. Confieso que entonces me puse un tanto alerta, pero como no vino acompañado de ningún otro síntoma tampoco hice nada. Cuando sí decidí tomármelo un poco en serio fue cuando, en una reunión, alguien hizo algún comentario que pretendió ser gracioso. Tampoco era tan fea, ni tan grande, ni tan aparatosa como para ello.

Pensé que mi médica de cabecera acabaría con el tema cauterizando, como siempre se ha hecho. Pero tras revisar debidamente el tema, ella prefirió, para mi sorpresa, derivarme al especialista. Me echó su pequeña bronca por mi retraso, insistió en la necesidad de preocuparse por los problemas antes de que crezcan y se agraven.

Ya sabemos cómo funcionan las cosas en este país, ¿verdad? Pasaron un par de meses largos hasta la correspondiente visita al dermatólogo. No le gustó y prefirió empezar una ronda de pruebas, biopsias y revisiones.

Oído el diagnóstico definitivo, siempre piensas que estas cosas le ocurren a los demás y que a uno nunca le va a tocar la china. Ahora toca agarrarse los machos y pechar con la quimio, aunque la posibilidad de metástasis está ahí presente. Y todo empezó con una simple berrugita, que ya ni existe.


… Esa berruguita se llama CORRUPCIÓN.



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