miércoles, 24 de julio de 2019

50 años


Recuerdo aquella madrugada como si fuera ahora mismo. Poco más que un mocoso, frente a una televisión de cuernos, de esas que cuando alguien pasaba cerca de ella, la imagen se desvanecía y la pantalla se llenaba de nieve gris.

Era el momento más importante de mi vida, un antes y un después. Quizás el más importante de todos los humanos, el más importante de todos los vividos y los por vivir. Algo que poder contar a todo el que quisiera oírlo.

El hombre llegaba a la luna y, con la ingenuidad de un niño, imaginaba que las guerras y las calamidades se acabarían de un plumazo. ¿Podía haber en el mundo algo más importante que semejante logro de la Humanidad? ¿Después de aquello, tendría sentido pelearse por una frontera, unos kilómetros más allá o más acá?...

Cincuenta años después todos sabemos más. Sabemos más de la luna, de los viajes por eso que llamamos “espacio exterior”. Sabemos más de tecnología, de comunicaciones, de la existencia o no de condiciones de vida –tal y como la concebimos-, etc.

Sabemos más… y estamos más resabiados. Hemos ganado en experiencia lo que hemos perdido en ingenuidad. Hoy no es nada fácil encontrar un concepto, una idea, un pensamiento real que nos una tras él. Yo creo que ni siquiera la prueba incontestable del hallazgo de vida fuera de la tierra nos llevaría a bajar la guardia y nos uniría a todos. Incluso ni siquiera la amenaza de esos enanitos verdes y cabezones, llamados marcianos, armados con pistolas de rayos morados, conseguiría que nos pusiéramos de acuerdo.

Solo hay un lema que ha unido, une y unirá a la Humanidad: “Todo el mundo va a lo suyo, menos yo que voy a lo mío”.

Amén



No hay comentarios:

Publicar un comentario