jueves, 4 de julio de 2019

Reinventarse


Fue un notición durante largo tiempo. Una monja deja sus hábitos para convertirse en artista erótica. Del convento a las cámaras. Del no mostrar aspecto alguno de su cuerpo, cubierta integralmente por el hábito al ir enseñando poco a poco todos y cada uno de sus encantos por una webcam. De comer cada día del fruto del huerto monacal a comer día a día de su trabajo. De dormir sola en una habitación al hacerlo en compañía de aquel por quién dejó el convento –curiosamente por amor a un profesor que daba catequesis a los niños en una parroquia donde ella también colaboraba-.

¿Una doble vida? ¿Por qué? La vida no se compone de un rollo continuo, sino de diferentes capítulos que, para enlazarse unos con otros, no necesitan tener el mismo color.

No. No fue fácil adaptarse, ni para el uno ni para el otro. Por eso con frecuencia se preguntaban: ¿Habremos metido la pata hasta el fondo?

Cualquier trabajo u opción que tomáramos iba a tener sus puntos y comas, la mayor parte provenientes del exterior, como suele ocurrir en muchos casos similares. Y por otro lado, ambos, a la hora de afrontar los nuevos capítulos de sus vidas, eran conscientes de que hay una gran diferencia entre que te guste la idea de hacer algo y el hacerlo realmente.

Lo que si se ve claro es que los protagonistas de la historia no siguieron con el piloto automático puesto, cual es hacer lo que hace todo el mundo o dejarse llevar por el primer impulso.




"Nada de lo que fue vuelve a ser, y las cosas, los hombres y los niños no son lo que fueron un día" 
(Ernesto Sábato)

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