jueves, 25 de julio de 2019

Querido amigo


Matriculados en el primer año de la universidad. Ambos fuera de su lugar habitual. Allí fue donde nos conocimos.

Me resultaron curiosas algunas cosas tuyas… me invitaste al piso que compartías con dos amigos y compartiste los dulces que tú madre había mandado de tu pueblo. Meses más tarde me contaste que para fiarte de alguien lo primero era comer con él y luego en su casa vomitarte en su baño. Envidiaba tus locuras para no ir a clase, las escapadas en tu moto, etc.


Hacia un año que habíamos tomado caminos separados. Y después de un tiempo largo, hace unas noches llamó tu madre para decirme que habías desaparecido. Pensé que igual te habías tomado unas vacaciones, que estarías en el Brasil. Sin embargo estabas mucho más cerca. Encerrado en el coche con el motor encendido, el tubo de escape comunicando con habitáculo y pidiéndome a mí que no me olvidara un día de venir a echar una partida contigo.

 
El día del entierro no estaba  seguro de la inmovilidad de tu cuerpo en ataúd, y durante todo el camino al cementerio fui cambiando de hombro para intentar escuchar tu respiración.


Tú inmovilidad en el ataúd no me convenció. Así que sigo esperándote. Seguro que estás en cualquier escondrijo del mundo, o incluso -no me extrañaría- en algún planeta desconocido al que ya habrás puesto tu nombre.


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