martes, 6 de agosto de 2019

Ambición

Fue hace unos cuantos años. Estaba atravesando un momento complicado de salud y, no teniendo problemas de sustitución laboral, decidió  aceptar lo que el médico le había indicado: una baja laboral.

Siendo consciente que el trabajo para una tarea que lleva consigo la integración de otras personas ha de ser en equipo, había intentado, y lo logró, compartir la tarea y las responsabilidades entre todos. La historia dará cuenta de ello. Tal fue así que, por poner un ejemplo, en las ruedas de prensa, que se hacían con frecuencia, siendo lo normal que apareciera él por ser el máximo responsable, la dejaba en manos de aquel que coordinaba el tema, en concreto a explicar a la opinión pública.

Cumplió con su baja a conciencia, sin estar metiendo las narices en las cosas laborales dado que siempre había defendido la teoría de que los cementerios están llenos de gente imprescindible.

Cuando llegó el momento de su incorporación laboral se encontró con una sorpresa: una carta del Director Nacional indicándole que había sido sustituido en su responsabilidad por aquel a quien el mismo había designado como responsable en el tiempo de su baja laboral.

La película de su cese fue así de sencilla. Llegó, saludó a su sustituto temporal, por otra parte hombre de su confianza, el cual sin responder a los buenos días le entregó la carta del director nacional, al tiempo que quitaba de la puerta del despacho del director cesante la placa que ponía su nombre y responsabilidad.

El cesado reaccionó diciéndole que le gustaría sentarse con él para plantearle algunos cambios que a su juicio deberían realizarse. Fue rápidamente interrumpido por el nuevo director que le manifestó abiertamente que esas ideas se las guardase porque no eran ya tareas suyas, indicándole a la vez la mesa que ocuparía en la oficina.


No equipo, no dialogo, no escucha, no reparto de las responsabilidades. La primera y última palabra es mía. No actitud de servicio a los más desfavorecidos, objetivo del trabajo de dicha organización, etcétera, no tiene otro nombre sino el de ansias de poder.


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