martes, 17 de julio de 2018

Ícaros


Le había dedicado tiempo y esfuerzo personal. Desde la azada hasta el martillo, desde el bolígrafo hasta el último libro de bolsillo habían formado parte de sus materiales.

Estaban los que al pasar se detenían a observar lo que estaban haciendo y, mientras tú lo mirabas con cierta ironía y otros con simpatía, algunos ponían cara de asombro, incluso otros con desdén o menosprecio. Pero a ninguno dejaba indiferente y no faltaban los comentarios entre sus observadores.

Siempre viene después el tiempo de cosecha, aunque es inevitable que en la recogida, algunos frutos estén aun verdes y otros ya pasados. La mayoría sin embargo están prestos para el consumo. Mientras el viento en su punto hacía por recordar los malos tiempos, el terreno estaba ya vacío. Era el día de prueba. ¿Resultó positivo el esfuerzo hecho? ¿Se perdió el tiempo? Al llegar la noche no tenían aún una definición clara de lo que había ocurrido.

Y fue entonces, al volver la vista atrás, cuando vio cómo todas las cajas que contenían el producto, que se había puesto verde todas la vez, estaban vacías. En su imaginación había hecho bien pintándole unas alas a aquellas cajitas. Así sin mirar para adelante ni para atrás, cuando llegó el momento, imitando a Ícaro en su maravilloso vuelo, habían volado a los diferentes comercios de la provincia haciendo real aquello que parecía era imposible, pero que había conseguido.


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