martes, 10 de julio de 2018

La caja tonta

Una de las mayores obsesiones de Joseph Goebbels, ministro de propaganda del III Reich, era que en cada hogar alemán hubiera al menos un receptor de radio. De esa forma, el régimen nazi se aseguraba que su mensaje llegaba a cada familia. Desde entonces, con mayor o menor disimulo, los poderes políticos han intentado en cada caso hacerse con el control de los medio de comunicación mayoritarios en ese momento. Se hizo con la radio, se hizo y se hace con la televisión… y se hace y se hará con internet.

Cuanto más democrática es la sociedad más trabas se ponen para que este control sea patente, pero no pequemos de ingenuos: esas tensiones se evidencian con cada cambio de gobierno. El poder se cree desnudo y expuesto si se queda sin apropiarse del ámbito de la comunicación. Necesitan ser dueños de eso que ahora de manera tan cursi denominan “el relato”.

En nuestro país, en alguna comunidad autónoma ya hay medios de comunicación digitales cuyo presupuesto se nutre hasta en un 90% de subvenciones directas del gobierno autonómico y publicidad de ese propio gobierno. ¿Qué capacidad crítica puede permitirse –si es que la busca o la pretende...- un medio de comunicación en tales circunstancias?

Por eso, sentados ante el televisor, leyendo un diario (de papel o digital) o escuchando una emisora de radio, seamos conscientes de que “quien paga manda” y que manda para defender sus intereses… intereses que no tienen por qué coincidir con los nuestros.


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