martes, 5 de marzo de 2019

Aquellos viejos carnavales

Hoy martes de carnaval en la isla de Gran Canaria. Esta noche es de  fiesta y tenderete. Se terminan comiendo churros en el desayuno en cualquier churrería en ciudad o pueblo. Una amiga nos cuenta su experiencia de los primeros carnavales que vivió siendo joven. Es decir hace unos 40 años…

Aprovechando que mañana es Martes de carnaval, felicitó a todos los carnavaleros -a todos. A ellos y a ellas- y a los que no son, les felicito el día de fiesta.

Vamos a dar un poco la marcha atrás en el tiempo... Recuerdo el primer carnaval de la democracia, un grupo de amigos cogimos el Jeep de uno de ellos y lo tuneamos (como se dice ahora). El pobre ya estaba mayor y después del carnaval se retiró -el jeep, no el amigo-; la mayoría de los trajes eran caseros, pues no habían a la venta como ahora y casi nos divertíamos más, buscando las telas en el kilo y todos los perifollos para el día en que nos los poníamos.

Salíamos de la entrada del muelle, teníamos que estar allí a las dos de la tarde y la cabalgata empezaba a las cinco, pero según el orden, a ti te podía tocar salir a las siete y nadie se cansaba (¡Juventud, divino tesoro!).

Mi disfraz era de brujita y estaba "monísima", llevaba un sombrero de dos pisos, hecho de cartón del que yo estaba orgullosa por la imaginación; empezamos a caminar porqué todos no cabíamos en el coche y nos turnábamos, aunque con la juerga que llevábamos no nos cansábamos.

Ahora viene lo bueno de la historia y con lo que no contábamos… Estaba el día radiante, pero de pronto empieza un chispi-chispi, que se fue viniendo arriba que al doblar para entrar en la calle Albareda. Aquello era el diluvio universal, el sombrero del que estaba tan orgullosa empezó a doblarse desde arriba; al doblarse el aro se quedó de collar y el resto un rebujos de cartón en la cabeza, mi maquillaje tan elaborado se vio favorecido por los churretes del sombrero, pero si ustedes se creen que nos salimos del desfile… ¡pues no! Todo el mundo aguantó bajo aquel aguacero. ¡Como para interrumpirlo después de lo que había costado conseguirlo!

Llegamos al parque San Telmo con medio disfraz pero más contentos que unas pascuas, ¡ah! Menos mal que el traje no era de cartón porque si no el espectáculo hubiera sido completo, porque yo no estoy segura que hubiese abandonado.

Ahora, con la perspectiva que da el tiempo lo recuerdo con cariño, pero sin añoranzas.
A este carnaval siguieron muchos más, hasta que según nuestro criterio se había perdido la esencia del “carnaval del pueblo”. Ya los trajes eran un dineral y sé fue desplazando la imaginación para dar paso al espectáculo.

En fin, otra etapa muy bonita y que me apetecía contar para los que no lo vivieron o no participaron en el primer carnaval oficial.

Si les ha gustado habrá más anécdota de cuando se celebraban en la clandestinidad. Diversión pura y sana.


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