martes, 12 de marzo de 2019

Mercedes


Su trabajo era de calidad y con influencia en la sociedad. Respetada y querida por muchos y criticada por otros. Siendo una mujer profunda y bastante intelectual, con una cultura de peso, y un libro siempre en su bolso, muchos habían que no entendían porque trataba asuntos banales. Ellos le llamaban así, para ella era la vida misma de cada día.

En medio de sus viaje y piruetas intelectuales le sobrevino una visita inesperada. Nunca había pensado pudieran llegar a su casa. Y, valga la redundancia, un día entraron , como Pedro por su casa . Ellos eran la depresión, el llanto y la angustia. Y sufriendo la pesadez de visitantes tan embarazosos llegó a comprender que había llegado el final de un ciclo en su vida. Y que por tanto, un nuevo periodo estaba a punto de estrenar, para el cual tenía que prepararse. Después de una gran lucha y con la medicación adecuada, así como con la ayuda de la meditación, empezó un camino nuevo, habiendo aprendido del anterior.

Y entre otros, su perro fue su gran ayudante, quien le ayudo  a serenarse, a aprender cosas tan importantes como que la impaciencia no conduce a nada bueno. Mi perro nunca tiene prisa, suele decir ella. Va a ritmo del momento. Y por otro lado, os que antes la mandaban y felicitaban se han olvidado de ella. Con lo cual ha aprendido que vales lo que vale tu última producción.

Estoy hablando de Mercedes Milá. Seguro que sabes de quién hablo.




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