sábado, 9 de marzo de 2019

Siria


Calles desoladas, casas derrumbadas, pequeños montículos de cascotes son las aceras de casi todas las calles de esta ciudad Siria.

Por una de ella camina con parsimonia un joven  de unos veinte años. Va concentrado en la limpieza de su kalachnikov . Toma tanto cuidado en la pulcritud de su arma que descuida su persona. Ni siquiera se fija si hay minas en el suelo por explotar. Tiene cara de cansado, su ropa está llena de polvo, tierra, cenizas... Pero, eso sí,  su arma brilla. Los humanos están cansados, sucios y llenos de sudor. Las armas brillan resplandecen como espejos donde te puede mirar.

¿Los instrumentos de guerras han de ser tan bellos incluso más que los humanos?




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