martes, 25 de julio de 2017

Introspección


Mirar hacia dentro. Conocernos a nosotros mismos. Aceptar ser como somos. Desde pequeños nos enseñan a ello. Y si sabiéndolo hacer desde pequeños descubrimos que somos inocentes (así lo dicen también los mayores que nos rodean), que hablamos lo que sentimos  y que no nos callamos ante lo que no nos gusta, ¿por qué al crecer dejamos de ser como somos? Y así, entre otras, creciendo se pierde la inocencia de la vida de la gente.

Nos educan para que seamos honrados y honestos (que no es lo mismo ni mucho menos) y, al llegar a una determinada edad, se nos exige que seamos astutos y espabilados. “Es la vida” te dicen, como si todos los código inculcados hasta entonces perdieran, de la noche a la mañana su vigencia y su valor.

Le llaman “madurar” –como la fruta-, pero a veces es un más “echarse a perder”.


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