domingo, 23 de julio de 2017

La Costurera


Desde joven su trabajo era en casa. Junto al trabajo doméstico su otra ocupación: coser. No salía de casa para casi nada. Le traían los trabajos a casa. Casi que ni conocía su ciudad. No estaba preparada para de repente conocer a Víctor que le traía unos recados de su madre para subirle el vuelto a los pantalones que le habían regalado días atrás. Le dijeron entrara en aquel cuarto y se pusiera los pantalones para que Julia midiera el alto al subir. De cuclillas ante Víctor sus dedos rozaron sus pies y al tiempo que ella se estremeció, él como a quien le han hecho unas cosquillas, se rio mirando a los ojos de Julia. Era la primera vez que Julia sentía  el calor de la piel de un hombre. Y Víctor, con algo de experiencia ya en el terreno al tiempo que se dio cuenta de la reacción de Julia se quedó sorprendido por su mirada y los ojos azules que tenía. De tal manera fue la simbiosis afectiva que, no previendo ella nada por su parte y no estarlo buscando, pasaron a convertirse de conocidos en amigos/amantes.

Pero mucho menos estaba preparada para, con las mismas, perderlo. Las ilusiones de cinco días se esfumaron de repente. ¿Podría creerse otras nuevas que le llegaran? “¡Vuelve¡”, le gritaba en silencio. Pero nunca volvió y pronto supo que su madre había cambiado de costurera. Tanto se ilusionó en cinco días que hasta había pensado en su luna de miel, y ahora se sentía hasta desahuciada  por cualquier hotel. Una llaga quedó clavada en su alma y cualquier palabra que llegara a ella, con una carga de futuro, iba siendo  rechazada por mucho tiempo. Hasta una noche que soñó se despertaba con flores en su ventana. Esa mañana comenzó para ella la posibilidad de otro futuro donde no tendría que dar espacio a las sombras y que con cada punto que, al coser daba con su aguja, podría salir un arco iris.



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