jueves, 7 de septiembre de 2017

¿Qué?

Todo lo que obtenía como respuesta eran gruñidos y monosílabos. Obviamente, él debía haber hecho algo para enfadarla, ¿pero… qué?

Había pasado una hora desde la primera vez que se habían tocado aquella mañana de fin de semana, pero Pili seguía siendo tan sensible al amanecer como al atardecer. Robert le pasó sus dedos sobre sus suaves colinas y valles y cuando las montañas de Pili parecían removerse, él se puso en pie mirando el reloj que se le hacía tarde para un compromiso que tenía. 

Por la tarde, cuando ella estaba plácidamente sentada leyendo un libro el timbre del teléfono la sobresaltó. Al ver el número desde donde la llamaban cogió el teléfono y gruñó:

- ¿Qué?

Respuesta inmediata:

-¿Esta es la respuesta que tienes para tu amante? ¿Cómo sería si no lo fuese?
-Pues sé más suave, vete más despacio conmigo y no vengas a lo tuyo -le contestó ella.

Robert tenía el arte suficiente para tranquilizarla y sedarla casi al mismo tiempo y así, aun hablando con ella, sonó el timbre de la casa”.

Escucho por teléfono que llaman a tu puerta.

- Abre y seguimos hablando”.
- No espero a nadie ni quiero hablar con nadie, solo quiero que tú me dediques tu tiempo”.

El timbre sonaba sin parar. Pili, resoplando más que enfadada y gruñona, respondió con dureza: 

- Un momento, ¡¡sin prisas!! -Muda y con la boca abierta se quedó al ver que era Robert quien desde su móvil le estaba hablando desde la escalera de su casa.
- Aquí está la chica de mis sueños -le dijo, mientras ponía las manos en su cintura y se arrimaba poco a poco a ella despacio al tiempo que cerraba la puerta de la casa. Y así empujándola despacito, y sintiendo ambos el calor del otro, la llevó hasta su cama donde se derramaron pasionalmente el uno en el otro en menos que canta un gallo. Al acabar sus últimos jadeos, y como si le hubiera leído la mente, Pili ladeó la cabeza para seguir besándolo, mientras Robert, al tiempo que respondía con un beso suave, se levantó para ir al baño. Cuál sería la sorpresa de Pili al verle salir, ya vestido, y tirándole un beso con la mano se despedía con un “Hasta la noche”.

Más que un gruñido se oyó desde los pisos vecinos el grito desaforado de Pili despidiendo a Robert del que más que gozo recibía una mañana sí y una noche también mil y un motivos para enfadarla. Aquel día fue el decisivo -60 euros le costó-. Fue lo que tuvo que pagar al cerrajero para que Robert se quedara sin llaves de la casa. Ella pasó la noche en un hotel cercano para no escuchar las patadas de Robert intentando abrir la puerta de la casa. Y el ya no volvió a escuchar sus gruñidos y monosílabos. Dejó de “¿amarla?...”.



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