miércoles, 27 de septiembre de 2017

Vestidos de tunos

Numerosas señales habían cruzado el cielo aquella noche antes de irse a acostar. En el pueblo vecino celebraban las fiestas con hogueras. Desde su ventana veía como se cruzaban los destellos artificiales con las luces en el universo. Se fue a la cama pensando que, en definitiva, la vida entera, la de cada uno y la de todos es un sistema de señales que se cruzan. Al día siguiente pensaba limpiar su palomar y observar las señales de las palomas.

Al levantarse, y después de lavarse la boca, abrió la nevera y, como siempre, su vaso de agua y dos o tres piezas de frutas. Días antes le habían regalado unos cuantos tunos canarios. Al terminar su desayuno volvió a afeitarse y ducharse para salir a su trabajo de cada día. Y de repente el espejo parecía su enemigo. Alguien todo colorado y esponjoso le miraba y parecía hablarle desde el espejo. Su cara y su piel eran como la de un tuno. Las ganas de ablandar lo que se encontrara a su alrededor y crecer en salud sabiéndola derramar se extendían sobre su organismo. Pasando suavemente dos de sus dedos por sus brazos se quedó en sus manos una espesa pulpa que metió en un tuperware. Se lo llevaría a su compañero de trabajo que estaba con dolores de lumbago, pues había leído que la pulpa del tuno venía bien a dicha dolencia.


Su sorpresa fue mayor al salir a la calle y descubrir que todos los humanos que por ella transitaban olían, reían, caminaban y vestían como tunos. Llegando a donde sus compañeros coincidieron era el momento de continuar con las fogatas de la noche en forma de poesía y literatura. Ambas cosas, fogatas y poesía, poesía y estrellas, como lograran arder quemarían; y lo importante de este fuego será que lo enciende y funde todo ya sea desde las estrellas, que dominan la noche, ya sea desde las pencas de las tuneras, que adornan nuestros campos, laderas y barrancos, nuestros parques y jardines. Poemas, estrellas, relatos, luces, fogatas, ya anaranjados, ya blancos, comenzaríamos a hacer del mundo algo parecido a la suave pulpa que todo lo ablanda a su contacto. Vestidos, pues, con su piel y antes que acabara la jornada haríamos que las estrellas también trabajarán de día.


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