domingo, 24 de diciembre de 2017

¿Felices?

Ya estamos en esos días en los que la frase que más se repite es ese “felices fiestas” que nos damos unos a otros, aun a sabiendas que felices, felices, lo que se dice felices no lo van a  ser. Porque basta que haya una persona en el mundo que no sea libre, para que haya que seguir luchado por la libertad.

El año pasado también nos lo dijimos, y el anterior, el anterior y el otro. Y resulta que este 18 lo hemos vivido de convulsión en convulsión desde el gran Trump hasta el aparente no sabía nada Puigdemonnt, pasando por el famoso cura francés

Y el canto de la realidad ha sido ese:  No al acuerdo de paz en Colombia, los refugiados muertos en el mediterráneo, los que huyendo de la guerra y el hambre no les deja Europa entrar lavándose las manos como Pilatos. Es el momento de sacar ahora a colación toda una serie de retahílas a cuál más preocupante. De ahí que nos tengamos que preguntar: la felicidad que nos deseamos estos días, dónde la podemos encontrar.

Pasar con una perspectiva de humanidad estos días exige una serie de actitudes personales y comunitarias que trascienden lo meramente intelectual y afectivo. Ello quiere decir que semejante propósito no se conseguirá de manera gratuita ni a cualquier precio. Más aún cuando existen unos intereses tan contrapuestos atizados por un egoísmo feroz y en muchos momentos salvaje. Me ha parecido oportuno, al hilo de todo ello, traer a colación la frase que hace ya más de un siglo dijo el poeta y dramaturgo inglés Alfred Tennyson “Nunca será tarde para buscar un mundo mejor y más nuevo, si en el empeño ponemos coraje y esperanza".

Conseguir un mundo parecido más a una familia que a un mercado especulador no nos por agotamiento ni nos llegarán muchas veces por sí solos, sino también a los que en otros muchos momentos nos vendrán dados por personas e instituciones, movidas por intereses poco claros, por no decir demasiado turbios. Existen situaciones en la vida que no se pueden afrontar de cualquier manera: exigen claridad de ideas, por una parte y voluntad firme y contundente, por otra.
Y, por último, algunas, si son muchas mejor, dosis de esperanza, en medio de una vida donde parece que todo da lo mismo o donde existe la impresión que ya no se puede hacer nada. Nunca te declares derrotado/a ti mismo/a; y, si otros lo creen, no lo asumas sin más y no ceses en el empeño de mantener viva la llama de que aún es posible que tú seas un poco mejor y, a partir de ello, también el mundo que te rodea.


Es por ello que, a pesar de todo, me sobran razones para desearte de corazón: ¡FELIZ AÑO!


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