miércoles, 13 de diciembre de 2017

Mito de la Creación del Mundo (Apache)

(Los animales, elementos, los astros y los fenómenos naturales son venerados por los apaches. Todo lo que está más allá de su comprensión siempre se atribuye a lo sobrenatural)

Al principio nada existía. No había tierra, ni cielo, ni sol, ni luna. Solamente la oscuridad estaba en todas partes. De pronto, de entre la oscuridad surgió un disco delgado, con un lado amarillo y el otro lado blanco. Apareció suspendido en medio de la nada. Dentro del disco había un pequeño hombre: el Creador -El Que Vivía Anteriormente-. Estaba sentado. Como si se despertara de un sueño, se frotó los ojos y cruzó sus brazos.
Cuando parecía que nada iba a cambiar y que la oscuridad duraría para siempre, la luz apareció. El Creador miró hacia abajo y surgió un mar de luz. Miró hacia el Este y creó las líneas amarillas del amanecer. Al oeste, nacieron brochazos de innumerables colores, que pronto se esparcieron por doquier en sus infinitos matices, reflejados en las nubes.

El Creador recogió el sudor en su rostro con sus manos y dejó caer las gotas sobre una nube. Miró hacia abajo y en esa nube brillante vio que se hallaba sentada una muchacha, el fruto de su sudor.

- “¿Qué haces ahí y de dónde vienes?” -preguntó El Creador, pero ella no contestó. Él frotó sus ojos de nuevo y le ofreció su mano derecha a la Muchacha huérfana”.
- "¿De Dónde vienes Tú?” -preguntó ella y asió su mano.
- “Del Este, donde ahora ya no hay vacío" -contestó Él y se puso a caminar sobre la nube.
- "¿Dónde está la tierra?" -preguntó ella.
- "¿Dónde está el cielo?” -preguntó Él e inició un canto- "Yo estoy pensando, pensando, pensando lo que voy a crear”.

Y repitió su canto cuatro veces, su número sagrado. El Creador enjugó el sudor su cara con sus manos, las frotó y dejó caer unas gotas. Ante Él y la muchacha huérfana, se erguía también el dios Sol, de pié. De las gotas que había dejado caer había nacido el Pequeño Muchacho. Los cuatro dioses, reunidos en la nube, se pusieron a pensar.

- “¿Qué haremos ahora?” -preguntó el Creador-. “Esta nube es demasiado pequeña para que vivamos los cuatro eternamente.

Entonces, Él creó a Tarántula, Olla Grande, Viento y Hacedor de Relámpagos. Creó también algunas nubes hacia el oeste para que en ellas pudiera morar Hacedor de Relámpagos. El Creador entonó un nuevo canto: - “Dejadme hacer la Tierra. Estoy pensando en la Tierra, en la Tierra, en la Tierra -y repitió su canto cuatro veces.

Los cuatro dioses agitaron sus manos y el sudor de los cuatro se mezcló en las manos de El Creador, entre las cuales se formó una pequeña bola de color marrón -como el barro- no más grande que un guisante. El Creador la empujó con su pié y comenzó a crecer. La Muchacha Huérfana la empujó también y la bola siguió creciendo. Sol y Joven Muchacho empujaron con fuerza la bola y en cada ocasión la bola crecía y crecía más cada vez. El Creador pidió a Viento que se introdujera en la bola para expandirla más y Tarátula tejió un hilo negro alrededor de la ella y, alejándose rápidamente hacia el Este, tiró del cordón con todas sus fuerzas.
Tarántula tejió más cordones: uno azul y corrió hacia el sur; uno amarillo y se fue al oeste; y uno blanco y se fue hacia el norte. En cada ocasión tiró con todas sus fuerzas y en cada ocasión la bola creció y creció hasta hacerse inmensa. Así surgió la Tierra. Pero no había colinas. Ni las montañas, ni los ríos eran visibles. Sólo una inmensa llanura parda, sin árboles.
El Creador frotó su pecho con sus dedos y nació un colibrí, el primer pájaro.

- “Vuela en las cuatro direcciones y cuéntanos lo que ves”, dijo El Creador Al volver, el colibrí dijo “Todo está bien. La Tierra es hermosa y hay agua hacia el Este”.


Pero la Tierra aun estaba por ser terminarda. Crujía y temblaba a cada instante y el Creador hizo cuatro inmensas columnas -una negra, otra azul, otra amarilla y otra blanca- para sugetar la Tierra. Viento llevó las columnas a los cuatro puntos cardinales y la Tierra comenzó a afirmarse. El Creador cantó un nuevo himno cuatro veces:

“El Mundo ya está hecho y ahora podrá calmarse” -y entonces fue cuando Él dirigió su atención al cielo que aún no existía y otro canto distinto surgió de su garganta. A parte de los dioses, no existía nadie. Cantó cuatro veces, veinte veces... y ocho personas, muy semejantes pero imperfectas, aparecieron para ayudarle a poner un cielo sobre la Tierra.
El Creador pensó en la necesidad de tener quien gobernara Cielo y Tierra y envió a Hacedor de Relámpagos para que abrazara el mundo y pidió a tres de sus criaturas -dos muchachas y un muchacho- que le ayudaran a encontrar una corteza azul. Pero ellos carecían de rasgos. No tenían ojos, ni boca, ni nariz, ni pelo, ni orejas. Tenían brazos y piernas, pero carecían de dedos.
Sol voló para ayudar a la Muchacha Huérfana a fabricar una “casa de sudor” que cubrieron con cuatro pesadas nubes repletas de agua. Y en la puerta -al Este- la joven colocó una suave nube roja para usarla como toalla después del baño de sudor. Cuatro piedras se calentaban en el fuego interior de la cabaña y las tres criaturas imperfectas entraron en ella. Los demás entonaron himnos hasta que se cumplió el tiempo debido. El Creador agitó sus manos y las orientó hacia ellos y en las tres criaturas aparecieron ya ojos y boca, nariz y dedos y demás rasgos humanos.
El Creador eligió entre ellos a Cielo-Muchacho para ser quien se responsabilizara de las demás Cielo-Personas. A la muchacha le puso el nombre de Hija-Tierra, encargada de la fertilidad y las cosechas y a la otra joven la nombró Muchacha-Polen, para que cuidara de todas las gentes por llegar.

Como el mundo era aun estéril y llano, el Creador le dio diversidad y creó animales y plantas, cordilleras y ríos. Envió a su pájaro para comprobar su apariencia. Cuando regresó a los cuatro días contó que todo era hermoso. Pero advirtió que en otros cuatro días, el agua del Este se desbordaría y un gran diluvio amenazaba con arrasarlo todo. El Creador hizo un árbol muy alto, y sobre el árbol la Muchacha Huérfana colocó un armazón de madera. Entre los dos convirtieron el árbol y su funda en una enorme bola sólida.
A los cuatro días tuvo lugar el diluvio. El Creador tomó en sus brazos a sus veintiocho ayudantes y se sentó en una nube. Muchacha Huérfana tomó al resto y los colocó en la enorme bola en la cima del árbol. Cuando a los doce días el agua retrocedió, la bola dejó de flotar y quedó suspendida de nuevo en la cima del árbol. De allí descendieron todos los ayudantes y, con urgencia, se pusieron a dar forma a las nuevas cordilleras, a los ríos, a los valles y colinas. De nuevo Muchacha Huérfana voló a las nubes a recoger al resto de dioses y reunió a todos, dioses y humanos, para escuchar al Creador.

- “Estoy pensado en dejar el mundo en vuestras manos” -dijo-. “Deseo que cada uno de vosotros se esfuerce en una tarea para hacer un mundo perfecto y feliz” -y repartió las faenas entres todos.

- “Tú, Hacedor de Relámpagos tendrás a tu cargo las nubes y el agua”.
- “Tú, Cielo-Muchacho, te encargarás de todas las cosechas y de enseñar a la gente a cultivar la Tierra”.
- “Tú, Polen-Muchacha, vigilarás la salud cuidarás de la salud de todos y curarás sus enfermedades”.
- “Tú, Muchacha Huérfana”, ayudarás a todos y velarás por que cada cual cumpla con su misión”.

Fue entonces cuando el Creador y la Muchacha Huérfana frotaron con fuerza sus manos y sus piernas y del roce surgieron chispas que prendió en un montón de madera que se hallaba en el suelo. El Creador levantó su mano y una llama surgió de allí. Así el creador entregó a los humanos el primer fuego.
Grandes nubes de humo se alzaron hacia el cielo. A una de ellas se subieron el Creador y la Muchacha Huérfana y se alejaron de allí. Los otros dioses les siguieron en nubes de humo para dejar a los veintiocho humanos que iniciaran sus trabajos en la Tierra.

El dios Sol fue a vivir al Este y cada día nos visita. Desde el horizonte del Oeste la Muchacha Huérfana cumple constante su labor de vigía. Pequeño Muchacho y Polen Muchacha hicieron sus hogares en una nube en el Sur y Olla Grande todavía es visible cada noche en el cielo del Norte, sirviendo de orientación para todos desde allí.





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