jueves, 24 de mayo de 2018

Los machos cabríos


Muchos de mis recuerdos de pequeño se remontan a la vida del campo en casa de mis abuelos. Y hoy me vinieron a la mente aquellas tardes en que Manolito, el vecino, pasaba delante de casa con su rebaño de cabras, para llevarlas al barranquillo cercano por donde pasaba una acequia con agua permanente. Rebaño siempre capitaneado por el macho cabrío, a quien le seguían las cabras moviendo su cabeza de un lado a otro y siguiendo obedientemente los pasos del jefe de la manada.

Y ello me recuerda a aquellos hombres que, imitándole, han querido presumir de su fuerza sexual, pero olvidándose de aquellos cuernos tan ágiles y necesarios para el mantenimiento del macho cabrío en su hábitat natural. Con la ironía de presumir no de su persona sino de sus atributos sexuales. Actitudes asumidas en ocasiones hasta por jueces, que justifican cualquier violación masculina por las prendas presuntamente provocativas que pudiera llevarla mujer, como si los delitos pudieran ser subjetivos y dependieran, no de la voluntad del autor (u autores) sino de la aquiescencia de la víctima.

No se me ocurre otro delito en el que la prueba de su inocencia se traslade a la víctima.




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