domingo, 13 de mayo de 2018

Relatos, postverdades y hojas de ruta

Me fascina la capacidad que tienen algunos (principalmente políticos y comunicadores -¡cierto, no todos!, pero muchos, muchos…) para jugar con las palabras. Unas veces nos inventamos términos nuevos, otras nos sacamos de la manga acepciones diferentes para los viejos.

No cabe duda de que las lenguas vivas cambian, evolucionan, se estiran y se retuercen para recoger las necesidades de las gentes que las usan, pero no me refiero a eso. Me refiero a esos nuevos vocablos que se ponen de moda, que van y vienes, aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer en los medios de comunicación y que acaban colándose en el habla de todas las conversaciones cotidianas.

Ya no decimos “mentiras”, decimos “posverdades”; ya no tenemos un plan, tenemos hojas de ruta, ya no contamos una historia o expresamos una opinión, no, construimos un relato. Y así hasta la saciedad, en muchos casos, hasta el aburrimiento-.

Hasta el aburrimiento o hasta la cursilería, porque este afán de no ofender a nadie -en principio una actitud muy loable- esconde cierta cobardía. Los conflictos no son malos en sí, lo pueden ser la forma de resolverlos. Una sociedad en la que no haya discrepancias es una sociedad muerta, sin posibilidades de progreso. No tengamos miedo a la discrepancia o al conflicto. Pero no tratemos de enfrentarnos a esas discrepancias camuflando su presencia con eufemismos. Llamemos mentiroso al mentiroso, demagogo al demagogo. De lo contrario, habrá muchos problemas que se cerrarán en falso.

Y de ahí en adelante, pongámonos a buscar las soluciones; establezcamos un plan -sin necesidad de que sea una pomposa “hoja de ruta”-, tratemos de no engañan a nadie, tampoco a nosotros mismos -sin que escudarnos en posverdades- e intentemos convencer a los opuestos con razones -no hace falta que sean relatos-.

…aunque no esté de moda. Simplifiquemos nuestra existencia. De lo contrario acabaremos agotados antes de tiempo.


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