sábado, 1 de septiembre de 2018

Calma


Se acomodó en un banco de espuma de goma que colocó en el balcón de su casa de campo. Al lado colocó una pequeña silla y un libro con contenido de técnicas relajantes. No sabía de dónde procedía aquella gastroenteritis que la llevaba encerrado en su casa hacía ya cuatro días.

Los consejos y comentarios de algunos amigos le hicieron tomar conciencia de la necesidad de estar relajado. Las tensiones nerviosas facilitan  justamente lo contrario del objetivo que se pretende. Y eso es lo que había hecho estos días.

Convencido de la existencia de un bicho provocador de la dichosa gastroenteritis, iba a todos los lugares de la casa provisto de una linterna tipo fluorescente, iluminando en su divagar por casa hasta la más pequeña baldosa.

Sentado en el balcón de su casa comenzó a ser consciente de su respiración. Y bien. Tomaba aire por la boca y lo soltaba por la nariz. Sin prisas ni obsesión alguna. Lo que hacía siempre, pero ahora tomando conciencia del hecho. Y al tiempo se centraba en el paisaje que desde su balcón se contemplaba. Ningún libro podría explicar lo que comenzó a vivir y sentir. Podría uno llevar un camino tortuoso, ventoso o de cualquier otro peligro, pero al mismo tiempo, lo que contemplabas te transporta a un panorama más espectacular. Ningún paisaje podrá ser idéntico ni cantado de la misma forma por músicos, pintores o en poemas.

Concentrado en su espectáculo sin quererlo, ya se había olvidado de su anomalía estomacal. Hasta que por fin amaneció. Avanzó la aurora como una flor de fuego y retrocedió la oscuridad. Las nubes se aclararon y un hermoso paisaje del que aún no había sido consciente apareció ante sus ojos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario