lunes, 3 de septiembre de 2018

El Otoño del Patriarca


Recuerdo la ansiedad, casi diaria, con la que aguardaba las noticias que llegaban del otro lado del mar, Cada avance, cada toma de una guarnición, por pequeña que fuera, la toma de León y finalmente la entrada en la capital, Managua. Recuerdo las esperanzas puestas, la ilusión en una cambio necesario en una tierra condenada, una y otra vez, a repetir su historia, como si de una novela de García Márquez se tratara. Recuerdo también la rabia con cada incursión de una “Contra”, creada, financiada y entrenada por la CIA, temerosa de encontrarse otra Cuba en las tripas de Centroamérica.

Años después de que el dictador saliera por pies y de que la dinastía de los Somoza pasara a ser un capítulo más en los libros de Historia, se impuso la realidad. Las reformas se quedaron a medias -como siempre se quedan-, pero al menos se conservaron las formas democráticas. Después el silencio, interrumpido muy de tarde en tarde por las noticias de alguna catástrofe -algún terremoto o los efectos de las lluvias torrenciales, propias de la región-.

Y de pronto, casi por sorpresa, los medios de comunicación -ahora las redes sociales, que por aquel entonces no existían- vuelven a llenarse de noticias que nos retrotraen a ese final de la década de los 70’s.

Y uno se queda literalmente jodido al comprobar que algunos de los antiguos revolucionarios se han convertido en caciques -caciques como los que ayudaron a derribar-, aferrados al poder y cada vez más alejados de los principios que les animaron a levantarse y tomar las armas contra una dinastía que saqueaba el país, como si el poder divino les otorgara el derecho de propiedad.

Cambian los perros, cambian incluso los collares, pero el ansia de poder permanece intacta.




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