martes, 2 de enero de 2018

Año nuevo...

Algo que nos hemos cansado de escuchar y decir estos días, algo que no ha faltado en una llamada telefónica, en un whatsapp, en una cena familiar o en una cadena de amigos: “Feliz Año Nuevo”.

Sí, algo de rutina tiene el tema. Pero cuando se lo manifestamos a amigos y familiares no es solo rutina, son también deseos sinceros. Sinceros con los demás y sinceros con nosotros mismos.

Pero la clave es como alcanzar esa felicidad. No es sencillo ¿verdad? No debe serlo cuando, año tras año, el deseo se repite. Incluso, por no haber, no hay una única respuesta y, seguramente, las nuestras no irían en la línea de los medios sociales. La Cultura del consumo nos ha saturado hasta los topes y aunque nos prometemos a nosotros mismos no comprar más allá de lo razonable, siempre adquirimos cosas que no necesitamos. El dios de los mercados nos ha convertido en sus adoradores.

“He hecho un compromiso: de trabajar hasta que muera para dar a conocer que la fuente de la felicidad se encuentra dentro de nosotros”, decía el Dalai Lama. No le falta razón. Al fin y al cabo, dentro de cada cual residen la capacidad de amar, de contagiar paz, de vivir con sencillez.

Pero da igual si la vía emprendida lo es mediante la Filosofía o la Religión. Da igual. En cualquier caso el resultado no es “dicho y hecho”. Es una vía –“un proceso”, si prefieres utilizar un término muy de moda últimamente-.

Nada se regala en esta vida. La felicidad o la paz de espíritu tampoco, aunque en esta ocasión la moneda de pago no es precisamente la utilizada en esos mercados saturados de egoísmo. Es el precio del pensar, del reflexionar, del buscar espacios de soledad, etc., con un poco, o para ser más exactos, con un “mucho” más de frecuencia. Un precio que, además, está al alcance, por suerte, de los que menos tienen o de los que se consideran o consideramos menos afortunados. Aquí reside, precisamente, la grandeza del secreto. Encontrarnos con nosotros. Mirarnos al espejo.

¡Feliz 2018! A tiempo estamos aun de disfrutar –quien quiera y pueda-  con esas sensaciones que nos asaltan tan bulliciosamente por estas fechas, pero no cerremos la puerta de explorar esos otros caminos más personales –y quizás solitarios- que nos acercan al equilibrio, a la introspección, al crecimiento interior que, con total certeza, te van a ofrecer el silencio y la reflexión.


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