miércoles, 17 de enero de 2018

Si Berlanga levantara la cabeza...

“Todos a la cárcel” se titulaba unos de las películas más memorables del añorado director valenciano. Sus sátiras, no exentas de ternura, dejaban al descubierto los pequeños y los grandes vicios de la sociedad española –las pequeñas miserias y las grandes-, pero casi todas constantes en el tiempo, casi cabría decir que consustanciales con nuestra manera de ser, si es que eso existe.

El tópico dice que nuestro mayor defecto es “la envidia”, pero yo ya lo pongo en duda. Mi impresión es que, si en algún momento lo fue, ha quedado desplazada por la corrupción. Mejor dicho, por la permisibilidad ante ella. Corrupción existe en todas las sociedades, la cuestión diferencial es la reacción social (o sea, la suma de las reacciones individuales) ante su presencia. Ahí perdemos por goleada. Además, ponemos el grito en el cielo ante los casos de determinados partidos políticos, pero nos mostramos condescendientes –como si fueran travesuras de niños pequeños- cuando los mismos hechos provienen de “los nuestros”. Tardamos más de una generación en pasar factura desde el momento en se hace público cada caso y otra más hasta que los tribunales decretan las primeras sentencias. Ni pararme a contar quiero la tardanza en la resolución de los respectivos recursos.

Y mientras, los medios de comunicación siguen escupiendo a diario noticias y más noticias sobre redes y tramas hasta el punto en el que ya no sabemos dónde acaba la Gürtel y dónde empieza la de Brugal, la del Palau, la de los ERES, Lezo, el Canal de Isabel II, EMARSA, Malaya, las tarjetas Black, Nóos… por no decir los que aún colean de decenios anteriores (Forum Filatélico, por ejemplo).

Si Berlanga levantara la cabeza no le iban a faltar elementos con que inspirar la segunda parte de “Todos a la cárcel”. Más que una segunda parte, toda una serie –las largas, de las de varias temporadas-.


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