lunes, 26 de febrero de 2018

El nuevo jefe


Era nuevo en el equipo directivo de la empresa. Su espíritu de lucha y su constancia en pisar fuerte hasta lograr los objetivos de la empresa lo catapultaron a dicho puesto. Una de sus tareas el primer día que se sentó en la nueva mesa de dirección adjunta fue firmar una carta de despido a un trabajador. Prácticamente la leyó después de firmarla. Sus ojos quedaron fijos en la secretaria que le había pasado el folio a firmar y sintió que un espeso sudor le brotaba desde dentro. Sacó una toallita húmeda de su mesa de escritorio y tras pasarla por su frente se limpió las manos y entre los dedos con firmeza. Pronto se dio cuenta que estaba haciendo lo mismo que Pilatos. Sintiéndose libre de culpa se lavaba las manos como él.

Y cuando la secre estaba ya abriendo la puerta para salir la llamó con voz fuerte diciéndole: Pues no, este obrero no ha acabado sus horas de trabajo. Estudiaré su caso personalmente y veré qué podemos hacer para que su familia no comience una etapa de tribulación. La secretaria, sonriente, con el folio extendido, pero sin soltarlo aún de sus manos, le respondió: Recuerde que usted no es su compañero de trabajo sino su jefe. El silencio reinó en el despacho, y después de un prudente espacio temporal volvió a marcharse, cerrando suavemente la puerta y sin haber soltado el folio de su mano. Él se acercó a la ventana, un octavo piso en una calle principal y mirando desde arriba el panorama urbano se preguntaba cómo podía mantenerse equidistante de los problemas de los trabajadores sin exaltarse ante los éxitos ni hundirse en las desventuras.

Y era solo su primer día como jefe.



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