domingo, 11 de febrero de 2018

La herencia intangible


Fue como una carta que me llegó de la Luna. Me invitaban a tomar decisiones personales en torno a un proyecto internacional. Evaluarlo y calificarlo, según mis perspectivas, y retándome a presentarme a su coordinación.  Al fin de cuentas era un hombre afortunado. Tenía casa, familia, estudios recién hechos, a punto de conseguir trabajo. Preparadas varias instancias en torno al mismo tema, llegó la sorpresa un día. “Hemos leído su currículo de pasada y corriendo, porque lo que nos llamó la atención fue esto: Fecha de nacimiento 20.01.1985. Fecha de respuesta a su carta: 20.01.1918. Son datos que no suelen coincidir”. 25 años no más y estaba siendo convocado para un proyecto de coordinación de movimientos de tiempo libre en toda España extensivo a Europa. Casi ni había recibido la titulación de Educador social.

Lleno de alegría corrí a comunicarlo a mis padres. Si alguien había tenido mérito en esta aventura era ellos. Por el camino mil cosas me venían a la mente que las decía en voz alta: “Mi padre ha hecho por mí como si lo estuviera haciendo por sí mismo. Más que unos padres han sido mis amigos, lo cual me quitó el miedo de consultarles cualquier cosa“, y lo más importante es que mis padres no me lo han dado todo hecho, siempre en cada momento colocaban alguna responsabilidad sobre mis hombros. Sabía que el presentar mi currículo y expectativas era una tarea nada fácil; pero empujado por mis padres que, sabiendo de mis posibilidades, me decían hay que sudar la camiseta si se quiere ganar el partido. Es la mayor riqueza que he recibido de mis padres: darme siempre ideas constructivas. Y esa filosofía de la vida que me han dado ellos será sin duda la que yo saque a flote para realizar el proyecto para el cual me han contratado.

Un abrazo grande, emocionado y lleno de sentimiento, de esos que nunca se olvidan fue el encuentro con mis padres, a quienes ya les había llegado las noticias por el chismoso de mi hermano. Ellos, mis padres, han sido, son y serán el noray de mi vida, los que en todo momento me han dado la seguridad de estar bien anclado en el fundamento de las cosas.



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