viernes, 6 de abril de 2018

Se busca salvavidas

No hay manera de detenerlo. Donde menos uno se lo espera, salta la liebre. Otra mujer que muere a manos de su ex. Otros niños que son testigos del hecho. Y algunos, sin darles tiempo a asomarse a la ventana de la vida, caen también impunes. Vidas que no se han salvado, cuando hacía tiempo estaban gritando que necesitaban un salvavidas.

El primer salvavidas somos los demás. Que se nos ericen los pelos y se nos arrugue la piel cada vez que algo de esto ocurre. Estaría haciendo agua el salvavidas si para nada nos afectara.

Eso sí, necesitamos un salvavidas bastante resistente porque hay demasiados tipos de violencia que hoy están acosando a la mujer. Un salvavidas con tolerancia cero elevada al infinito.

Una tarde Mayte hablaba del tema en cuestión con tres amigos del barrio. La madre les escuchaba discutir desde la azotea. Su hija  les decía que, sin llegar a la muerte, había muchos tipos de violencia contra la mujer. Y ambas, mas con rabia que indignación, escucharon el mismo disco rayado de siempre: que la mujer es el “sexo débil”. Mayte, claramente se les enfrento. ¿Por qué es más débil? ¿Por qué hay más hombres que mujeres conduciendo camiones? Dense una vuelta en las próximas vacaciones por países más pobres que el nuestro y quedarán asombrados de como la mujer lleva el peso de todo tipo de trabajo para poder vivir, mientras los hombre se pasan el día bajo la sombra de un árbol jugando, charlando y ni se sabe qué. Sí, sentados sobre unos salvavidas que cada día hunden y hunden más con su peso”.

Y algo que es fácil descubrir. A la hora de afrontar cualquier tipo de dolor cuál es el elemento débil y quejica y cuál el fuerte. Obsoleto queda el adjetivo de “sexo débil” cuando de mujeres se trata.


¿Tenemos suficientes salvavidas para tanta violencia? ¿Por qué siendo la capacidad de pensar la que distingue al ser humano, cuando hablamos de una mujer, que hemos conocido, ponemos lo fisiológico como el resumen de la impresión que nos ha dejado? Igual tiene razón Mafalda al decir que consideramos a la mujer como un ser humano, pero un poco menos que el varón.



Y qué decir cuando la excluimos de funciones que, pensamos, son más propias del hombre. Si bien algunos de estos tópicos están superados, hay uno de ellos en el que necesitamos un salvavidas especial. Y es la Santa Iglesia Católica y su exclusión de la mujer de los ministerios, concretamente del sacerdocio. ¿Hay razones teológicas para ello? No creo, pues iría contra el sentido común que sería la vara de medir la calidad de cualquier razonamiento. ¿Salvavidas? Sí. Muchos más necesitamos aún.





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