martes, 23 de octubre de 2018

Su primera mani


Era de noche. El tráfico en las calles había ya disminuido. Empezaba a estar inquieta por el retraso cuando le escuché abrir las rejas de la casa. Era Crispín, mi nieto. Venía de su primera manifestación. Llegaba exultante. Jamás le había visto más feliz, orgulloso de sí mismo, sabiéndose parte de ese nuevo mundo que suspiraba construir.

- Abuela. Tú no te preocupes. Estabas allí con nosotros.

Sonreí al escucharle decir aquello con tanto convencimiento. Y me vino al pensamiento que yo comencé más tarde que él. Hasta en eso se nota que el mundo está cambiando. Mi nieto, vislumbrando en mi interior, añadió:

- Estamos en un momento transcendental de la Historia. El mundo entero cabe en un poema; un poema en el que caben también las hadas madrinas y hasta los banqueros, un bloguero o una funcionaria de prisiones. Y eso es, en parte, debido a ti, abuela.

No sé como ni por qué me sentí feliz. De alguna manera, presentí que mi nieto estaba orgulloso de mí -tanto como yo de él-. Quizás porque yo le había enseñado a luchar…, quizás porque él me estaba enseñando a mí a no rendirme.


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