miércoles, 23 de enero de 2019

Agua


Hay quienes dicen que un lugar rodeado de agua por todas partes está encerrado en sí mismo. Están equivocados. El  agua no es un carcelero. Un país, un pueblo, una isla sin agua es como vivir en un corral rendido por las cigarras.

Soñé que me llevaban a un pueblo sin río, a una tierra sin agua dónde los que la habitan no nacieron como un niño, ya que en el parto su madre ni una gota de agua soltara. Y recuerdo como en ese mismo sueño gritaba: quiero volver a tierras niñas; lléveme a un blando país de aguas. Quiero envejecer en grandes pastos y todos los días cantar “en el río".

Cumplieron mi deseo. Y vivía en una pequeña casita donde en el cristal de la ventana repiqueteaba la lluvia para llegar a un barranco por el que fluir hasta llegar al mar. El río iba buscando el mar y el mar estaba de vez en cuando buscando el río que le daba lo que a él le faltaba: nueva vida.

Y así tuve la fortuna. Ya fuese de día ya de noche, el agua era mi protector. Abría los ojos el reino del agua como corriente dulce y silenciosa me manaba por dentro y por fuera. Y si los cerraba, a oscuras, me veía en la orilla del río, sintiendo como mi corazón latía con cada burbuja de agua que estallaba.





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