domingo, 6 de enero de 2019

Las llaves


No era lo mío. Lo de entrar en una casa por la ventana ni solo no era mi costumbre, sino que me inspiraba vértigo nada más pensarlo. Mejor esperar a la luz del día.

Un simple cálculo de posibilidades, y la constatación de la vigencia de la Ley de la Gravedad de Newton, te decía que esto de trepar hasta la ventana y entrar no era tan fácil como coser un botón de una camisa o preparar ajo arriero en un almirez.

Entonces fue brillante idea de llamar a un cerrajero. Imposible, me había dejado el móvil en la mesa del salón… junto a las llaves.



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