sábado, 24 de junio de 2017

Buscar, buscarse (y II)

“Buscar, buscarse” Es uno de nuestros últimos posts donde el protagonista necesitaba interiorizar las cosas, no conocer tantas “por fuera”, sino meterse de lleno en el corazón de la historia”. Quería rehacer su interior de tal manera que lo que le llegaba cada día en sus paseos de internauta tuviera una repercusión directa en su vida. Hasta que se dio cuenta que, pegado al ordenador, las cosas podían quedarse en su cerebro, pero no en sus sentimientos, actitudes de vida, etc. Tenía que salir fuera de la pantalla y ver por sí mismo cómo aquello era una reproducción de la realidad de cada día. Necesitaba, pues, un contacto más directo con los demás. Poco a poco fue descubriendo que ahí estaba su energía y que los bites cibernéticos eran solamente un medio.

De esta manera se veía más eficaz. Ya no se recluía en un mundo cerrado. Prefirió el esfuerzo, el riesgo, el cansancio, la adversidad incluso, tomándoles el pulso directamente. Y ofreciéndose como voluntario a colaborar en acciones sociales.


No llegó a esta conclusión solo. Su ritmo de vida comenzó a cambiar en el centro social de su barrio. Unos amigos le invitaron a una charla que daba un psicólogo sobre cómo estar a gusto con uno mismo. En un momento de la charla, el conferenciante insistió en que no bastaba con saber, sino que había que hacer, y que conocer llevaba a comprometerse, para lo cual, curiosamente, remitió a un hecho bíblico donde el pueblo se quejaba de lo mal que iban las cosas a pesar de sus ayunos y acciones misteriosas. “¿Para qué ayunar si no haces caso?”, era la queja del pueblo. Y Dios les responde por medio del profeta: ”Si quieres que tu situación mejore, que rompa tu luz como la aurora, comprométete con el que pasa hambre, tiene sed, está desnudo y sin techo, destierra la opresión y la maledicencia”.



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