domingo, 25 de junio de 2017

El Insurrecto

Le llaman el insurrecto. Y son muchos los que no entienden por qué ese nombre que le han puesto.

Está contra todos y contra todo. Difícil encontrar en él algún dato, hecho, situación en la que pueda estar de acuerdo con cualquiera de nosotros. Para nada está de acuerdo con nada.

Así, entre otras cosas, no celebra el solsticio de verano, porque no encuentra diferencia alguna con el otoño. Una estación más, una estación menos. Le daría igual que todo el año fuera el tiempo igual. Le da lo mismo que llueva, nieve o haya calor. Eso sí protestará cuando sale a la calle sin abrigo en invierno (que él al parecer confunde con el verano) y cuando ya no sabe que quitarse de encima por el calor que hace. Por eso, con toda normalidad, pasó tres días en Suecia el invierno pasado y nunca se puso una blusa con manga y mucho menos una rebeca o abrigo cualquiera. En camisilla sin mangas y el pecho en fase de descubierto.

Pasa de dioses y de héroes. Lo que cuentan en historia son eso nada más: historias, leyendas, cuentos con los cuales se apacigua a la gente diciéndoles en el fondo que otros tiempos fueron peores. Eso sí, mejor contar con los horóscopos sobre todo cuando anuncian desgarros e infortunios. Sus pies no pisarán mezquitas ni templo alguno, pero sí se parará a meditar y ejercitar la contemplación allí donde tengan o sientan animales sagrados.

No tiene motivos para pararse a pensar el por qué de tantas y tantas cosas, considerando ello como una pérdida de tiempo.


El insurrecto cruzará como un relámpago su breve certidumbre y se estará allí lejos de la Meca y de Jerusalén y de  todo poder. Y, sin embargo, muchos siguen preguntándose por qué le llaman el insurrecto.


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